El gran invento del cinematógrafo desató en los países una serie de expectativas, hasta convertirse en lo que hoy es la fábrica de ilusiones.
De los orígenes del cine en Cienfuegos, se tiene referencia que el 29 de marzo de 1897 se exhibieron en el Teatro Tomás Terry, 10 vistas por una compañía dirigida por el actor "La Presa" que actuaba allí y que fueron sumamente aceptadas por el público. Se sabe además del testimonio del actor y empresario José E. Casasús sobre presentaciones cinematográficas que hizo en Cruces por el año 1899, puede asegurarse que en las décadas del 20 y el 30 del presente siglo ya era un hecho la aparición del cinematógrafo en los actuales municipios de Cienfuegos. Según datos tomados de la prensa de la época, en Cienfuegos se conoció este invento dos meses después que en La Habana. (Posiblemente fueron vistas fijas).La noticia más concreta acerca del inicio del cine en Cienfuegos nos la da el periódico "El populista" del 24 de ABRIL 1901
El Precine
El ser humano siempre se ha preocupado por captar y representar el movimiento. Los bisontes con seis patas que los prehistóricos pintaban en las cavernas demuestran este hecho. Durante siglos, diversas civilizaciones o personas han buscado procedimientos para reproducir la realidad. Es el caso de las representaciones con sombras, los primeros espectáculos en público con proyección de imágenes animadas. Utilizada ya en el siglo XVI, la "cambra obscura" permitía la proyección de imágenes externas dentro de una cámara oscura. La precursora de la fotografía.
De la misma manera que, un siglo después, la linterna mágica sería la precursora de las sesiones de cine, en proyectar imágenes sobre una superficie plana. Con el fin de hacerlas llegar a todos los lugares, los feriantes viajaban con sus linternas dejando boquiabiertos a los espectadores. Sobre todo cuando hacían servir ingeniosos dispositivos mecánicos destinados a manipular o hacer girar cristales circulares, que hacían mover las imágenes.
Un invento capital aparece en el siglo XIX: la fotografía. Por vez primera, era posible impresionar y guardar una imagen del mundo que nos envuelve. Pero algunos fotógrafos no se conformaron con las imágenes fijas y ensayaron con la;a de objetos en movimiento, como en el caso de Muybridge. Incluso uno de ellos, Marey, llegó a utilizar una especie de fusil fotográfico capaz de captar las diferentes fases de un movimiento.
A largo del siglo, toda una serie de inventores construyen aparatos -mitad genios, mitad juguetes-, que buscan producir la ilusión del movimiento. Se trata del Taumatropo, el Fenaquistoscopio, el Zootropo y el Praxinoscopio. Una variante de este último, el Teatro óptico, construido por Emile Reynaud, es lo que más se acerca a lo que será el cine. Con el fin de producir una acción continua, se proyectaban largas bandas de más de 500 transparencias de dibujos a partir de un aparato cilíndrico que, juntamente con la proyección de una imagen de fondo desde una linterna, proporcionaba la proyección de los primeros dibujos animados.
Ya tenemos, pues, los tres elementos que constituirán el cinema: la persistencia de la visión, la fotografía y la proyección. Pero faltaban dos más de fundamentales: la película perforada y el mecanismo de avance intermitente que la mueve. Y fue en los EE.UU. donde, en 1890, se solucionó el problema, de la mano del gran inventor Edison y de Dickson.
En muchas salas de diversión se instalaron los llamados Kinetoscopios de Edison, cajas que contenían una serie de bobinas que permitían ver una película... individualmente. Y es que el famoso inventor se negó a proyectarla sobre una pantalla porque creía que la gente no se interesaría por el cine. ¡Cuan equivocado estuvo, como el tiempo llegó a demostrar...! Sin embargo, la invención del cine no puede ser atribuida, específicamente, a nadie. Fue el resultado de una serie de inventos de diferentes personas.
LA EPOCA MUDA:
El nacimiento del cine. La época muda
Con todo, se considera que el cine nació oficialmente el 28 de diciembre de 1895. Aquel día, los hermanos Lumière mostraron, en sesión pública, sus films a los espectadores del Salon Indien de París. En uno de sus primeros films, "La llegada de un tren a la estación de Ciotat", el efecto de una locomotora que parecía salir de la pantalla fue enorme. El aparato con el cual lo consiguieron lo llamaron Cinematógrafo. Había nacido la cinematografía. Pero el éxito inicial se fue apagando por el cansancio del público.
Las películas que siempre veían eran hechas sobre momentos cotidianos, sobre la vida laboral o familiar. Y fue la magia y la imaginación de otro hombre, Georges Méliès, que salvó el cine de acabar como un invento más entre tantos de aquella época. Méliès hizo realidad los sueños de las personas, al mostrarlos en las imágenes que se representan en una pantalla. Por fin, la fantasía podía volar a través de la luz. Méliès es el primer inventor de ficciones. Es más, de la ciencia-ficción. "Viaje a la Luna" (1902) y "Viaje a través de lo imposible" (1904) se encuentran entre las mejores muestras del inventor de los trucajes. Uno de los más habituales era hacer desaparecer cosas o hacerlas aparecer de nuevo. Otros eran la sobreimpresión de una imagen sobre otra, las dobles exposiciones o el uso de maquetas.
A principios del siglo XX, el cine ya es una industria. Ha pasado de ser un invento para divertir a ser una máquina de hacer dinero. El cine se extiende por el mundo. En Catalunya, Fructuós Gelabert se convierte en el padre de la cinematografía catalana y española (1897). Segundo de Chomón sigue los pasos de Méliès en su film "El hotel eléctrico" (1905), donde los trucajes son de los mejores de la época. Como las películas eran mudas, unos rótulos en medio de las escenas iban explicando la acción o los diálogos. Y, a veces, un pianista daba el toque musical al espectáculo. Las barracas de los inicios del cine se convirtieron en salas elegantes y espaciosas donde comenzaban a acudir las clases bien estantes y no sólo las populares.
Con el fin de llenar de films estas salas estables, se comenzaron a realizar películas más cultas para este público burgués. En Francia el proyecto se conocía como Films d'Art, títulos basados en obras literarias donde actuaban actores famosos del teatro. Tal como Edison en los EEUU, Charles Pathé marca en Francia el inicio de la industrialización del cine. Los films producidos por él alcanzaron un buen nivel de calidad gracias a la dirección de Ferdinand de Zecca, a quien se debe "La Passió" (1902) o "El asesinato del duque de Guisa" (1904).
En la casa Pathé debutó uno de los primeros grandes cómicos, Max Linder, que inspiró a Chaplin. A Pathé le aparece un rival igualmente francés, Léon Gaumont, que contrata al director Louis Feuillade, que se especializa en el género de terror. Siguiendo las huellas galas, en Inglaterra aparece la llamada Escuela de Brighton, formada por los fotógrafos Smith, Williamson y Collins, que se interesan por los temas de persecuciones y bélicos donde proporcionan nuevos recursos técnicos fundamentales para la gramática cinematográfica.
Pero serán los EE.UU. quien saque más provecho del invento. En 1903, con la cinta "Asalto y robo de un tren", Edwin Porter inaugura el cine del Oeste -continuado después por T.H.Ince- y utiliza el montaje simultáneo. Los espectadores comienzan a aprender un nuevo lenguaje, el cinematográfico: aprenden a relacionar las imágenes entendiendo que guardan una relación de continuidad. Y la base de este nuevo lenguaje es el montaje.
Viendo que se convierte en un gran espectáculo popular, que supera las barreras sociales y idiomáticas -en un país de inmigración formado por multitud de lenguas y etnias-, el factor negocio entra en acción. Con el fin de monopolizar el mercado cinematográfico y acabar con sus competidores, Edison envía a sus abogados contra los explotadores de aparatos cinematográficos. Se trata de la guerra de las patentes (1897-1906) que, después de una época de procesos, clausuras de salas, confiscación de aparatos y momentos de violencia, da la victoria a Edison. Ello afectó negativamente a los productores independientes, los cuales, para huir del inventor-negociante, marchan al otro lado del país, a California, donde fundan Hollywood. Aquí levantarán las grandes productoras que harán la historia del cine norteamericano.
Entre los diversos países donde el cine ya es una realidad, Italia es uno de los avanzados en la concepción del cine como espectáculo. Y las películas de grandes reconstrucciones históricas serán el mejor medio para hacerse con el público. El título más destacado fue "Cabiria", dirigido por Giovanni Pastrone en 1913. Grandes escenarios y muchos extras encarnando a romanos o a cartagineses garantían una producción colosal para la época. Una concepción del cine que influirá en los cineastas norteamericanos
miércoles, 6 de diciembre de 2006
LA FOTOGRAFIA
Antecedentes
Como antecedentes de la fotografía se suele señalar a la cámara oscura, a diversas investigaciones físico-químicas sobre la reacción de las sales de plata a la luz, así como a las técnicas artísticas de la silueta y el Physionotrace.
Cronología
1521, quizás la primera publicación sobre la cámara oscura es la de Cesare Cesariano, un alumno de Leonardo durante el Renacimiento. Mientras tanto, en el transcurso de este siglo, el científico Georgius Fabricus experimentaba ya con las sales de plata, notando algunas de sus propiedades.
1558, Giovanni Battista della Porta por sus publicaciones sobre la cámara oscura se hizo popular entre los pintores de la época. Gerolamo Cardano sugiere una importante mejora, un lente en la apertura de la cámara.
1600, durante el siglo XVII, la cámara que hasta ese momento era una habitación como tal se transforma en un instrumento portátil, una caja, casi de seguro de madera. Johann Zahn transformo esa caja en un instrumento parecido a lo usado en los principios de la fotografía.
En este siglo científicos continuaban experimentando con sales de plata notando como oscurecían con la acción del aire y del sol, pero no atribuyéndole las razones a la luz, sino hasta que científicos como el sueco Carl Wilhelm Scheele y el suizo Jean Senebier revelaron que las sales actuaban con la acción de la luz.
1685, de acuerdo a tratados publicados por Zahn ya la cámara estaba lista para la fotografía, pero tuvieron que pasar 130 años más para que pudiera dar los primeros frutos concretos, aun los químicos no estaban listos.
1777, el sueco Carl Wilhelm Scheele publica su tratado sobre las sales de plata y la acción de la luz en latín y alemán, en 1780 en inglés y un año más tarde en francés. En el estilo de las pinturas de artistas exitosos de este siglo como Canaletto o Jean Auguste Dominique Ingres, parece evidente el uso de esta poderosa herramienta, la cámara oscura. Una cámara de este tipo que tiene grabado el nombre de Canaletto, se conserva en el Venecia, aunque no está confirmado que efectivamente perteneció al artista.
1786, la técnica de hacer siluetas nombre este que se deriva del apellido del Controlador General de Finanzas de Luis XV, de nombre Etienne de Silhouette, quien se permitió hacerse algunas, era bastante común en esta época.
Artistas que comercializaban con éxito retratos, como el de Maximilien Robespierre, hacían uso de todo tipo de instrumentos para lograr trabajos casi perfectos.
El Physionotrace para hacer perfiles inventado por Gilles Louis Chretien despertaron en la burguesía francesa el apetito por la iconografía, así, pocas décadas faltaban para la aparición del invento que nos interesa.
1801, pocos años antes de su muerte el inglés Thomas Wedgwood hizo los últimos descubrimientos en los procedimientos para capturar imágenes, pero hasta su muerte en 1805 no logró hacerlas permanentes.
Inicios
La Historia de la Fotografía inicia a principios del siglo XIX, cuando en el año 1816 el científico francés Nicéphore Niepce obtuvo las primeras imágenes fotográficas, aunque la fotografía más antigua que se conserva es una imagen obtenida en 1826 con la utilización de una cámara oscura y un soporte sensibilizado mediante el empleo de una emulsión química de sales de plata.
Niepce comenzó sus investigaciones en primer lugar, necesitando ocho horas de exposición a plena luz del día para obtener sus imágenes. En 1839 Louis Daguerre hizo público su proceso para la obtención de fotografías basado en la plata denominado Daguerrotipo, que resolvía algunos problemas técnicos en relación al procedimiento inicial de Niepce y reducía los tiempos necesarios de exposición. Su procedimiento resulta ser el antecesor de la actual fotografía instantánea de Polaroid. Casi simultáneamente Hércules Florence, Hippolythe Bayard y William Fox Talbot desarrollaron otros métodos diferentes. El ideado por William Fox Talbot se basaba en un papel cubierto con cloruro de plata que es mucho más cercano al de la fotografía de hoy en día, ya que producía una imagen en negativo que tenía que ser posteriormente positivada tantas veces como se deseara.
Por esos tiempos el Daguerrotipo era mucho más popular ya que era particularmente útil para los retratos, costumbre común entre la clase media burguesa de la Revolución Industrial. Es un hecho que gracias a la enorme demanda de estos retratos, mucho más baratos que los pintados, la fotografía fue impulsada enormemente.
Como antecedentes de la fotografía se suele señalar a la cámara oscura, a diversas investigaciones físico-químicas sobre la reacción de las sales de plata a la luz, así como a las técnicas artísticas de la silueta y el Physionotrace.
Cronología
1521, quizás la primera publicación sobre la cámara oscura es la de Cesare Cesariano, un alumno de Leonardo durante el Renacimiento. Mientras tanto, en el transcurso de este siglo, el científico Georgius Fabricus experimentaba ya con las sales de plata, notando algunas de sus propiedades.
1558, Giovanni Battista della Porta por sus publicaciones sobre la cámara oscura se hizo popular entre los pintores de la época. Gerolamo Cardano sugiere una importante mejora, un lente en la apertura de la cámara.
1600, durante el siglo XVII, la cámara que hasta ese momento era una habitación como tal se transforma en un instrumento portátil, una caja, casi de seguro de madera. Johann Zahn transformo esa caja en un instrumento parecido a lo usado en los principios de la fotografía.
En este siglo científicos continuaban experimentando con sales de plata notando como oscurecían con la acción del aire y del sol, pero no atribuyéndole las razones a la luz, sino hasta que científicos como el sueco Carl Wilhelm Scheele y el suizo Jean Senebier revelaron que las sales actuaban con la acción de la luz.
1685, de acuerdo a tratados publicados por Zahn ya la cámara estaba lista para la fotografía, pero tuvieron que pasar 130 años más para que pudiera dar los primeros frutos concretos, aun los químicos no estaban listos.
1777, el sueco Carl Wilhelm Scheele publica su tratado sobre las sales de plata y la acción de la luz en latín y alemán, en 1780 en inglés y un año más tarde en francés. En el estilo de las pinturas de artistas exitosos de este siglo como Canaletto o Jean Auguste Dominique Ingres, parece evidente el uso de esta poderosa herramienta, la cámara oscura. Una cámara de este tipo que tiene grabado el nombre de Canaletto, se conserva en el Venecia, aunque no está confirmado que efectivamente perteneció al artista.
1786, la técnica de hacer siluetas nombre este que se deriva del apellido del Controlador General de Finanzas de Luis XV, de nombre Etienne de Silhouette, quien se permitió hacerse algunas, era bastante común en esta época.
Artistas que comercializaban con éxito retratos, como el de Maximilien Robespierre, hacían uso de todo tipo de instrumentos para lograr trabajos casi perfectos.
El Physionotrace para hacer perfiles inventado por Gilles Louis Chretien despertaron en la burguesía francesa el apetito por la iconografía, así, pocas décadas faltaban para la aparición del invento que nos interesa.
1801, pocos años antes de su muerte el inglés Thomas Wedgwood hizo los últimos descubrimientos en los procedimientos para capturar imágenes, pero hasta su muerte en 1805 no logró hacerlas permanentes.
Inicios
La Historia de la Fotografía inicia a principios del siglo XIX, cuando en el año 1816 el científico francés Nicéphore Niepce obtuvo las primeras imágenes fotográficas, aunque la fotografía más antigua que se conserva es una imagen obtenida en 1826 con la utilización de una cámara oscura y un soporte sensibilizado mediante el empleo de una emulsión química de sales de plata.
Niepce comenzó sus investigaciones en primer lugar, necesitando ocho horas de exposición a plena luz del día para obtener sus imágenes. En 1839 Louis Daguerre hizo público su proceso para la obtención de fotografías basado en la plata denominado Daguerrotipo, que resolvía algunos problemas técnicos en relación al procedimiento inicial de Niepce y reducía los tiempos necesarios de exposición. Su procedimiento resulta ser el antecesor de la actual fotografía instantánea de Polaroid. Casi simultáneamente Hércules Florence, Hippolythe Bayard y William Fox Talbot desarrollaron otros métodos diferentes. El ideado por William Fox Talbot se basaba en un papel cubierto con cloruro de plata que es mucho más cercano al de la fotografía de hoy en día, ya que producía una imagen en negativo que tenía que ser posteriormente positivada tantas veces como se deseara.
Por esos tiempos el Daguerrotipo era mucho más popular ya que era particularmente útil para los retratos, costumbre común entre la clase media burguesa de la Revolución Industrial. Es un hecho que gracias a la enorme demanda de estos retratos, mucho más baratos que los pintados, la fotografía fue impulsada enormemente.
HISROSHIMA
Hiroshima: 8:15 a.m. del 6 de agosto de 1945
El 6 de agosto de 1945, la ciudad japonesa de Hiroshima, situada en Honshu, la isla principal del Japón, sufrió la devastación, hasta entonces desconocida, de un ataque nuclear. Ese día, cerca de las siete de la mañana, los japoneses detectaron la presencia de aeronaves estadunidenses dirigiéndose al sur del archipiélago; una hora más tarde, los radares de Hiroshima revelaron la cercanía de tres aviones enemigos. Las autoridades militares se tranquilizaron: tan pocos aviones no podrían llevar a cabo un ataque aéreo masivo. Como medida precautoria, las alarmas y radios de Hiroshima emitieron una señal de alerta para que la población se dirigiera a los refugios antiaéreos.
A las 8:15, el bombardero B-29, “Enola Gay”, al mando del piloto Paul W. Tibblets, lanzó sobre Hiroshima a little boy, nombre en clave de la bomba de uranio. Un ruido ensordecedor marcó el instante de la explosión, seguido de un resplandor que iluminó el cielo. En minutos, una columna de humo color gris-morado con un corazón de fuego (a una temperatura aproximada de 4000º C) se convirtió en un gigantesco “hongo atómico” de poco más de un kilómetro de altura. Uno de los tripulantes de “Enola Gay” describió la visión que tuvo de ese momento, acerca del lugar que acaban de bombardear: “parecía como si la lava cubriera toda la ciudad”.
Tokio, localizado a 700 kilómetros de distancia, perdió todo contacto con Hiroshima: hubo un silencio absoluto. El alto mando japonés envió una misión de reconocimiento para informar sobre lo acontecido. Después de tres horas de vuelo, los enviados no podían creer lo que veían: de Hiroshima sólo quedaba una enorme cicatriz en la tierra, rodeada de fuego y humo.
Nagasaki: 11:02 del 9 de agosto de 1945
Después de la explosión sobre Hiroshima, los norteamericanos esperaban la rendición inmediata de Japón. Pero esto no sucedió. El alto mando japonés dio por hecho que los Estados Unidos sólo tenían una bomba atómica y, ya que el daño estaba hecho, se mantuvieron en armas. Sin embargo, esta actitud de los japoneses fue prevista por los estadunidenses y, para demostrar que tenían más bombas y de mayor fuerza destructiva, arrojaron una segunda bomba.
El 9 de agosto, a las 11:02 de la mañana, el espectáculo de la aniquilación nuclear se repitió en Nagasaki, situada en una de las islas menores de Japón llamada Kyushu. El bombardero B-29, “Bock’s Car”, lanzó sobre esa ciudad industrial a fat boy, una bomba de plutonio, con la capacidad de liberar el doble de energía que la bomba de uranio.Cinco días después, los japoneses se rindieron incondicionalmente ante las fuerzas aliadas. Con ello, la Segunda Guerra Mundial, que empezó en 1939, se dio por terminada. Tormentas de fuego
Las bombas nucleares devastaron Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, los efectos del bombardeo sobre cada ciudad no fueron iguales: la situación geográfica de cada lugar influyó sobre el grado de destrucción. En Hiroshima, emplazada sobre un valle, las olas de fuego y radiación se expandieron más rápidamente y a mayor distancia que en Nagasaki, cuya orografía montañosa contuvo la expansión de la destrucción.
Dos kilómetros a la redonda de donde explotaron las bombas, la catástrofe fue absoluta: el fuego y el calor mataron instantáneamente a todos los seres humanos, plantas y animales. En esta zona no permaneció en pie ni una sola edificación y se quemaron además las estructuras de acero de los edificios de concreto. Las ondas expansivas de la explosión hicieron estallar vidrios de ventadas situadas incluso a 8 kilómetros del lugar de la explosión. Los árboles fueron arrancados desde la raíz y quemados por el calor. En algunas superficies, como los muros de algunos edificios, quedaron plasmadas las “sombras” de carbón de las personas que fueron desintegradas repentinamente por la explosión
El fuego se apoderó de las ciudades, especialmente de Hiroshima, donde se formó una “tormenta de fuego” con vientos de hasta 60 kilómetros por hora. Había incendios por todas lados. Miles de personas y animales murieron quemados, o bien sufrieron graves quemaduras e incluso heridas por los fragmentos de vidrio y otros materiales que salieron disparados por la explosión. Las tejas de barro de las casas se derritieron y la gran mayoría de las residencias de madera ardieron en llamas. Los sistemas telefónicos y eléctricos quedaron prácticamente arruinados. Se calcula que en Hiroshima desaparecieron cerca de 20 mil edificios y casas, y en Nagasaki quedó destruida el 40% de la ciudad.
Los daños fueron inenarrables, pero la verdadera tragedia fue la pérdida de vidas humanas. Hiroshima, con una población de 350 mil habitantes, perdió instantáneamente a 70 mil y en los siguientes cinco años murieron 70 mil más a causa de la radiación. En Nagasaki, donde había 270 mil habitantes, murieron más de 70 mil antes de que terminara el año y miles más durante los siguientes años. Se calcula que en total murieron cerca de 250 mil personas.
Según los testimonios de quienes presenciaron la devastación, los sobrevivientes de la explosión parecían fantasmas que deambulaban entre cenizas y humo. Fantasmas sin pelo, pues se les quemó en la explosión, o fantasmas ciegos, que lo último que vieron fue el resplandor nuclear. Como la mayoría de los médicos y enfermeras estaban muertos o heridos, mucha gente herida no tenía a dónde ir, así que permanecían frente al lugar donde estuvo su casa, desolados. La gran mayoría de los habitantes de Hiroshima y Nagasaki estuvieron expuestos a la lluvia radioactiva y las consecuencias de esta exposición sobre sus cuerpos no fueron perceptibles de inmediato, en muchos casos pasaron días, meses y hasta años antes de que es manifestaran los síntomas del daño.
LAS TORRES GEMELAS
- Las dos Torres Gemelas de Nueva York se desplomaron después de que dos aviones de pasajeros secuestrados se estrellaran contra cada una de ellas. Otros dos aparatos se han estrellado contra objetivos estadounidenses, uno contra el Pentágono, en Washington, y otro en Pensilvania. Viajaban en todos ellos un total de 266 personas, que han muerto. Horas después, el edificio 7 del World Trade Center, cercano a las Torres Gemelas, se desplomaba también, pasto de las llamas. Fuentes cercanas al Gobierno comienzan a situar en 10.000 el número de víctimas mortales. Dos policías han sido rescatados con vida esta madrugada de entre las ruinas de las torres."Les sacamos", dijo Giuliani en una conferencia de prensa y agregó que los agentes pertenecen al cuerpo de la autoridad portuaria de Nueva York. Dos horas antes, el comisionado de Policía había anunciado que tenían 'pruebas firmes de que al menos hay dos personas vivas bajo los edificios'.
Los responsables de las tareas de rescate trasladaron entonces a la zona de la tragedia equipo pesado para levantar los escombros a los que quedaron reducidas las Torres Gemelas, y también se desplegaron grupos especializados en encontrar supervivientes.
El alcalde de Nueva York resaltó que la ciudad es un lugar seguro y que la policía ha aumentado los efectivos en los lugares estratégicos para asegurar la tranquilidad durante la noche, y evitar incidentes. - "No tenemos por el momento información sobre actos de pillaje o ningún tipo de incidente de este tipo", agregó.
Los heridos están siendo atendidos en 170 hospitales, situados algunos incluso a 50 kilómetros de Nueva York.
El regidor señaló que unas 1.500 personas han sido evacuadas en 'ferry' hacia la isla de Staten Island, al sur de Manhattan.
Giuliani también explicó que el saldo de muertos por los atentados contra las torres gemelas del World Trade Center puede que no se conozca hasta hoy. "Pero será más de lo que cualquiera de nosotros es capaz de soportar", sentenció.
Asimismo, las autoridades de Nueva York han solicitado a los trabajadores y supervivientes del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York que escriban su nombre en la dirección de Internet 'NY.com' para que aquellos familiares y amigos que no pueden contactar con ellos directamente puedan al menos consultar la Red.
Alerta máxima - El Ejército ha clausurado todos los aeropuertos de Estados Unidos, se han cancelado todos los vuelos comerciales y los que tenían previsto llegar al país estaban siendo derivados a Canadá, hasta que este país también ha cerrado sus aeródromos.
Esta es la primera vez en la historia de Estados Unidos que el Ejército adopta esta medida. - Momentos antes del choque del primer avión contra la primera de las torres, el piloto del aparato ha establecido contacto con la torre de control del Aeropuerto de Nueva York, sin que mencionara ninguna anomalía.
La azafata estadounidense Barbara Olson pudo ponerse en contacto con su marido en dos ocasiones cuando el avión en el que viajaba fue secuestrado por varios personas, indicándole que todo el pasaje, incluidos los pilotos, habían sido obligados a colocarse al final del aparato.
Aunque se desconoce por el momento en cuál de los cuatro aviones secuestrados se encontraba Olson, ésta pudo indicar que había más de un secuestrador y que llevaban cuchillos y objetos cortantes con los que les obligaron a dirigirse a los últimos asientos del avión. - Más de 150 pasajeros muertos
Los aviones que se han estrellado contra las Torres Gemelas eran un aparato de la compañía American Airlines (contra la torre norte) y otro de United Airlines (contra la torre sur).
Los dos aparatos eran modelos Boeing 757. Uno era el vuelo 11 de American, que cubría la ruta Boston-Los Angeles, con 81 pasajeros y 11 tripulantes a bordo. El otro aparato perdido pertenece al vuelo 175 de United Airlines que cubría el recorrido Boston-Los Angeles con 56 pasajeros y nueve miembros de tripulación.
Según informa la cadena de televisión Fox, la Autoridad Federal de la Aviación había multado recientemente con 100.000 dólares a American Airlines por el escaso control de sus pasajeros en seis vuelos, todos ellos procedentes de Boston.
Además, American Airlines ha perdido otro avión estrellado contra el Pentágono, en Washington, el vuelo 77 de Washington a San Francisco con 58 pasajeros a bordo y seis tripulantes. - Y de United era el aparato que se ha estrellado en Pennsylvania, el vuelo 93 de Nueva Jersey a San Francisco con 38 pasajeros a bordo y siete tripulantes.
Bush, a la 'caza'
El presidente Bush, que se encontraba en el estado de Florida en el momento de los ataques, despegó en el avión presidencial, el Air Force One, rumbo a Washington DC, si bien, tras una comparecencia en un lugar no identificado, en la que prometió que 'cazará' a los responsables, fue trasladado junto a su familia a un lugar seguro en Nebraska.
El Air Force One es la única aeronave con permiso para volar en Estados Unidos en los estados de emergencia terrorista.
El secretario de Estado, Colin Powell, también voló hasta Estados Unidos desde Perú.
La ciudad de Nueva York se encuentra paralizada, el pánico cunde en las calles y los hospitales están colapsados. Miles de personas corren hacia la parte alta de Manhattan. - Nada más registrarse la primera explosión, cientos de personas han salido de la torre dañada. Habitualmente, trabajan más de 50.000 personas en las Torres Gemelas -en ellas se encuentran oficinas de 200 empresas de 24 países- y cada día las visitan alrededor de 1.000 turistas. Entre las 7.30 horas y las 9.00 horas se produce la mayor afluencia de personas a las torres. Según estas cifras, la cadena estadounidense CNN calcula que puede haber unas 25.000 víctimas.
Tras el derrumbe de la torre sur, la primera en caer, toda la ciudad se ha visto oscurecida por un espeso humo.
Los túneles y los puentes que unen Manhattan con Nueva York han sido cerrados y la isla está en un auténtico estado de caos.
Sucesión de los hechos
A las 8.45 (14.45 hora española) se registró la primera explosión, a unos 20 metros de la última planta de una de las dos torres, que alcanzaban los 415 metros de altura. Un avión impactaba contra una de las torres gemelas. A esa hora, el mirador del World Trade Center aún no estaba abierto al público. Dieciocho minutos después se registraba otra explosión en la otra torre, a un nivel más bajo, aproximadamente en la planta 30 de las 110 con las que contaba el edificio. Se trataba del vuelo de American Airlines, secuestrado en el aeropuerto de Boston, que tenía programado volar a Los Angeles. El primero de los aviones que se ha estrellado era un aparato de United Airlines.
La emisora de televisión de Emiratos Arabes Unidos ha emitido un comunicado, según el cual la organización palestina DFLP se atribuye la autoría del atentado. Inmediatamente, un representante de este grupo ha negado esta información.
En el momento del atentado, el presidente estadounidense se encontraba visitando una escuela de niños en Florida. Los técnicos han procedido a revisar el avión presidencial, el Air Force One. - Un piloto español ha explicado que no hace falta grandes cononocimientos para pilotar ese avión en Estados Unidos. El aparato, en su opinión, ha tenido que realizar un viraje -según han confirmado también testigos- para colisionar contra la torre, puesto que la trayectoria que llevaba no iba directamente hacia el edificio.
Según su criterio, para pilotar este tipo de aviones (un 767 y un 757) hay dos modalidades: manual y automática. En caso de que el tripulante del avión hubiera optado por el modo automático, el piloto tendría que haber recibido instrucciones durante un mes en un simulador. Sin embargo, según ha relatado, para pilotar en modo manual, se necesitan más conocimientos. - Los arquitectos del World Trade Center fueron protagonistas anónimos de la tragedia vivida en Nueva York este martes.
Según un grupo de ingenieros civíles, la solidez de los edificios, que soportaron el fuerte impacto de los aviones, salvó miles de vidas al permanecer de pie por mucho tiempo.
Sin embargo, reconocieron que el colapso de las torres gemelas fue inevitable.
Los restos de uno de los símbolos de Nueva York.El fuego provocado por el choque de los aviones alcanzó una temperatura superior a los 800º centígrados, derritiendo los refuerzos de acero instalados en la estructura.
Los expertos cuestionan la orden de enviar a cientos de policías y bomberos al interior del edificio a pesar del riesgo que corrían sus vidas.
John Knapton, profesor de ingenería civil de la Universidad de Newcastle, en Inglaterra, admitió haberse sorprendido ante la resistencia de las estructuras de concreto y acero de las torres. - "Creo que miles de personas salvaros sus vidas gracias a la integridad del edificio", dijo Knapton a la BBC.
"A pesar de que el impacto destruyó gran parte de la estructura, el World Trade Center permaneció de pie por más de una hora, permitiendo a miles de personas escapar a salvo".
Infierno en las Torres
"Nada está diseñado para aguantar estas temperaturas", aseguró Hyman Brown, gerente de construcción del World Trade Center.
El fuego producido por el combustible usado por los aviones alcanzó una temperatura de 800º centígrados derritiendo las estructuras del edificio.
Las torres resistieron el impacto, no el infierno."Fue el fuego el que mató a las torres. Nada en la tierra puede soportar este infierno", expresó el ingeniero civil Chris Wise.
"Después de que la parte superior del World Trade Center cedió, se produjo una cadena de destrucción. Los pisos superiores acumularon un peso superior a las 100 toneladas venciendo la resistencia de los pisos inferiores".
Otro edificio de 47 pisos también se desmoronó y los ingenieros alertan que otras estructuras podrían ceder en el transcurso de los próximos días.
De hecho, ya otro edificio del complejo comenzó a derrumbarse.
LA ERA ATOMICA Y BACTERIOLOGA
A sesenta años de Hiroshima y Nagasaki es bueno hacer pausa en la historia. No solo la reflexión sobre los sucesos, por horribles simples, que pueden resumir en un chispazo y múltiples quemaduras, para los que sobrevivieron, y la muerte súbita para los que fallecieron.
Antes la historia de la ciencia es clara en ver en la desintegración del átomo una apertura para el conocimiento de intrincados y velados misterios, así como la esperanza en que la misma ciencia pudiera renovarse, con nuevas alternativas ante tan relevante descubrimiento.
La era atómica, inaugurada ese seis de agosto de 1945, muestra diversos rostros. El primero que observamos en la memoria, desde niños, es el inmenso hongo de luz visto en la fotografía y la historia posterior de los hibakusha, contando su historia al mundo, en esas dos fechas, el seis y el nueve de agosto, como puntos cimeros de sus vidas. Muerte lenta en algunos.
Muerte más larga en el espíritu y la mente de los ciudadanos sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki, una vez que se despejaron los nubarrones de la explosión a 600 metros de altura. Se daba así por inaugurada una nueva etapa en la historia de la humanidad, lejana de las eras donde la ciencia y el humanismo, unidos, proponían nuevos cambios para los habitantes del planeta.
Ciento cuarenta mil personas murieron en Hiroshima, setenta mil en Nagasaki, dos cifras impresionantes que marcan un genocidio rápido, producto de las circunstancias de guerra, que ya estaba acabada en otros sitios de la tierra.
Japón estaba a las puertas de la rendición, prevista para el fin de año 1945. Muchos norteamericanos, militares, se opusieron al uso de la bomba atómica. A finales de los años noventa vieron la luz testimonios clasificados, que muestran la oposición de altos estratos de la diplomacia de los Estados Unidos al hecho. La necesidad militar, al fin de la guerra, según los documentos desclasificados, fue para avalar el gasto en la preparación del proyecto y la justificación de amedrantamiento para cualquier potencia que estuviera en ciernes, es decir, que tuviera en proceso de experimentación la energía atómica. En agosto, al lado de la guerra caliente, daba inicio también, la guerra de propaganda y de disuación preventiva.
Karl Jaspers escribió, alrededor de los años cincuenta, un libro maravilloso sobre los problemas éticos y morales del uso de la energía atómica con fines de guerra, previendo una carrera desaforada por el control atómico del mundo, que aun está vigente, según podemos apreciarlo en cables y noticias. Mientras la radiación seguía matando personas, según pasara el tiempo, las víctimas vivían su desgracia casi en el anonimato. No fue hasta los años sesenta en que se pudo conocer el testimonio de los sobrevivientes y algunos otros detalles horrendos, sobre la génesis y uso de la bomba atómica. Antes se había dado por todo el mundo un movimiento contra las armas nucleares, que todavía sigue vigente. Se estableció un equilibrio entre las potencias, principalmente Estados Unidos y la antigua Unión Soviética, especie de pausa de paz obligada, con frecuentes escaramuzas, pero sin hecatombes posibles. Nacía así, también, la industria de la guerra atómica, por medio de concesiones, contrabandeo de uranio, ayuda solapada entre países para desarrollar la energía de guerra atómica, en una hipócrita diplomacia que buscaba darle una forma civilizada al horror, con máscara de progreso.
Mi generación fue llamada la generación de la bomba, porque muchos nacimos en ese año aciago, e imborrable, en la historia de la humanidad. En el siglo XX murieron casi doscientos millones de personas víctimas de las guerras, las abiertas y la solapadas. Nuestro sentido del duelo por los habitantes de Hiroshima y Nagasaki no oculta los reales horrores del militarismo nipón en Asia, y su vinculación a las Potencias del Eje, durante la Segunda Guerra Mundial. Tampoco tapa los horrores de los campos de exterminio nazis o los gulas de Stalin. Ese siglo ha sido, en la historia, el siglo de los totalitarismos, como bien se enseña ahora. Una época larga de exterminios, y masacres, que se prolonga en el siglo XXI, como herencia fatal del deseo de oprimir y saquear nacionalidades y pueblos del mundo.
Los filósofos y poetas del orbe, entre otros, han analizado en sus letras el horror letal de lo atómico al servicio de la destrucción. También se ha escrito sobre el valor de la desintegración del átomo al servicio de la ciencia y el progreso.
Descubrimiento de la fusión nuclear En 1939 El físico danes Niels Bohr anuncia el fenómeno de la fisión nuclear al comprobar la fragmentación del nucleo del uranio, su comprobación llevará pocos años mas tarde a la aparición de las armas atómicas. ampliar En 1941 George W. Beadle y Edward L. Tatum logran demostrar experimentalmente que cada gen tiene la propiedad de formar enzimas especificas, por lo cual cada juego de cromosomas contendra la informacion para producir determinados juegos de enzimas.
Durante este mismo año comienzan a venderse productos en aerosol; su técnica de envase ha sido inventada en 1926 por el noruego E. Rotheim. Primera explosión nuclear experimental En 1945, el 16 de julio, en las instalaciones militares secretas de White Sands, Nuevo Mexico, en EE.UU. es detonada la primera bomba atómica experimental, de 19 kilotones bajo el nombre clave de Trinity. Pocas semanas mas tarde es arrojada la primera bomba atomica denominada Little Boy sobre Hiroshima. ampliar En 1947 Cecil F. Powell, fisico, ingles descubre experimentalmente el mesón, una nueva subpartícula, confirmando la teoría de Yukawa de 1935.
ADN: el secreto del código de la vida
En 1953 en Inglaterra los científicos James Watson y Francis Crick, hacen público el descubrimiento de la estructura del ADN, la molécula en la cual esta inscripta el código genético de casi todo el mundo viviente, recibirán por ello el Premio Nobel conjuntamente con el británico Maurice Wilkins.
Antes la historia de la ciencia es clara en ver en la desintegración del átomo una apertura para el conocimiento de intrincados y velados misterios, así como la esperanza en que la misma ciencia pudiera renovarse, con nuevas alternativas ante tan relevante descubrimiento.
La era atómica, inaugurada ese seis de agosto de 1945, muestra diversos rostros. El primero que observamos en la memoria, desde niños, es el inmenso hongo de luz visto en la fotografía y la historia posterior de los hibakusha, contando su historia al mundo, en esas dos fechas, el seis y el nueve de agosto, como puntos cimeros de sus vidas. Muerte lenta en algunos.
Muerte más larga en el espíritu y la mente de los ciudadanos sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki, una vez que se despejaron los nubarrones de la explosión a 600 metros de altura. Se daba así por inaugurada una nueva etapa en la historia de la humanidad, lejana de las eras donde la ciencia y el humanismo, unidos, proponían nuevos cambios para los habitantes del planeta.
Ciento cuarenta mil personas murieron en Hiroshima, setenta mil en Nagasaki, dos cifras impresionantes que marcan un genocidio rápido, producto de las circunstancias de guerra, que ya estaba acabada en otros sitios de la tierra.
Japón estaba a las puertas de la rendición, prevista para el fin de año 1945. Muchos norteamericanos, militares, se opusieron al uso de la bomba atómica. A finales de los años noventa vieron la luz testimonios clasificados, que muestran la oposición de altos estratos de la diplomacia de los Estados Unidos al hecho. La necesidad militar, al fin de la guerra, según los documentos desclasificados, fue para avalar el gasto en la preparación del proyecto y la justificación de amedrantamiento para cualquier potencia que estuviera en ciernes, es decir, que tuviera en proceso de experimentación la energía atómica. En agosto, al lado de la guerra caliente, daba inicio también, la guerra de propaganda y de disuación preventiva.
Karl Jaspers escribió, alrededor de los años cincuenta, un libro maravilloso sobre los problemas éticos y morales del uso de la energía atómica con fines de guerra, previendo una carrera desaforada por el control atómico del mundo, que aun está vigente, según podemos apreciarlo en cables y noticias. Mientras la radiación seguía matando personas, según pasara el tiempo, las víctimas vivían su desgracia casi en el anonimato. No fue hasta los años sesenta en que se pudo conocer el testimonio de los sobrevivientes y algunos otros detalles horrendos, sobre la génesis y uso de la bomba atómica. Antes se había dado por todo el mundo un movimiento contra las armas nucleares, que todavía sigue vigente. Se estableció un equilibrio entre las potencias, principalmente Estados Unidos y la antigua Unión Soviética, especie de pausa de paz obligada, con frecuentes escaramuzas, pero sin hecatombes posibles. Nacía así, también, la industria de la guerra atómica, por medio de concesiones, contrabandeo de uranio, ayuda solapada entre países para desarrollar la energía de guerra atómica, en una hipócrita diplomacia que buscaba darle una forma civilizada al horror, con máscara de progreso.
Mi generación fue llamada la generación de la bomba, porque muchos nacimos en ese año aciago, e imborrable, en la historia de la humanidad. En el siglo XX murieron casi doscientos millones de personas víctimas de las guerras, las abiertas y la solapadas. Nuestro sentido del duelo por los habitantes de Hiroshima y Nagasaki no oculta los reales horrores del militarismo nipón en Asia, y su vinculación a las Potencias del Eje, durante la Segunda Guerra Mundial. Tampoco tapa los horrores de los campos de exterminio nazis o los gulas de Stalin. Ese siglo ha sido, en la historia, el siglo de los totalitarismos, como bien se enseña ahora. Una época larga de exterminios, y masacres, que se prolonga en el siglo XXI, como herencia fatal del deseo de oprimir y saquear nacionalidades y pueblos del mundo.
Los filósofos y poetas del orbe, entre otros, han analizado en sus letras el horror letal de lo atómico al servicio de la destrucción. También se ha escrito sobre el valor de la desintegración del átomo al servicio de la ciencia y el progreso.
Descubrimiento de la fusión nuclear En 1939 El físico danes Niels Bohr anuncia el fenómeno de la fisión nuclear al comprobar la fragmentación del nucleo del uranio, su comprobación llevará pocos años mas tarde a la aparición de las armas atómicas. ampliar En 1941 George W. Beadle y Edward L. Tatum logran demostrar experimentalmente que cada gen tiene la propiedad de formar enzimas especificas, por lo cual cada juego de cromosomas contendra la informacion para producir determinados juegos de enzimas.
Durante este mismo año comienzan a venderse productos en aerosol; su técnica de envase ha sido inventada en 1926 por el noruego E. Rotheim. Primera explosión nuclear experimental En 1945, el 16 de julio, en las instalaciones militares secretas de White Sands, Nuevo Mexico, en EE.UU. es detonada la primera bomba atómica experimental, de 19 kilotones bajo el nombre clave de Trinity. Pocas semanas mas tarde es arrojada la primera bomba atomica denominada Little Boy sobre Hiroshima. ampliar En 1947 Cecil F. Powell, fisico, ingles descubre experimentalmente el mesón, una nueva subpartícula, confirmando la teoría de Yukawa de 1935.
ADN: el secreto del código de la vida
En 1953 en Inglaterra los científicos James Watson y Francis Crick, hacen público el descubrimiento de la estructura del ADN, la molécula en la cual esta inscripta el código genético de casi todo el mundo viviente, recibirán por ello el Premio Nobel conjuntamente con el británico Maurice Wilkins.
SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Segunda Guerra Mundial, conflicto militar que comenzó en 1939 como un enfrentamiento bélico europeo entre Alemania y la coalición franco-británica, se extendió hasta afectar a la mayoría de las naciones del planeta y cuya conclusión en 1945 supuso el nacimiento de un nuevo orden mundial dominado por Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Frente británico
La II Guerra Mundial fue el conflicto de la historia en el que más civiles y combatientes participaron, superando incluso a la I Guerra Mundial. Todos los recursos humanos y económicos de las naciones implicadas se emplearon en la lucha por la victoria, y todos los sectores de la población pasaron a ser objetivos de ataque. En Gran Bretaña, este grado de compromiso fraguó el mito de una nación unida contra la adversidad, en la que las diferencias sociales del tiempo de paz se habían olvidado. La propaganda, las ilusiones y la nostalgia podrían haber magnificado esta leyenda, pero no puede negarse la importancia del Home Front (Frente Nacional) en el esfuerzo de guerra británico.
La II Guerra Mundial requirió la utilización de todos los recursos humanos y económicos de cada Estado y fue un conflicto único en los tiempos modernos por la violencia de los ataques lanzados contra la población civil y por el genocidio (el exterminio de judíos, gitanos, homosexuales y otros grupos) llevado a cabo por la Alemania nacionalsocialista (nazi) como un objetivo específico de la guerra. Los principales factores que determinaron su desenlace fueron la capacidad industrial y la cantidad de tropas. En los últimos momentos de la lucha se emplearon dos armas radicalmente nuevas: los cohetes de largo alcance y la bomba atómica. No obstante, el tipo de armamento empleado durante casi todo el enfrentamiento fue similar al de la I Guerra Mundial, aunque con ciertas mejoras. Las principales innovaciones se aplicaron a las aeronaves y a los carros de combate.
LAS CAUSAS:
Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos alcanzaron, por su parte, los objetivos previstos en el conflicto iniciado en 1914. Habían logrado que Alemania limitara su potencial militar a una cifra determinada y reorganizaron Europa y el mundo según sus intereses. No obstante, los desacuerdos políticos entre Francia y Gran Bretaña durante el periodo de entreguerras (1918-1939) fueron frecuentes, y ambos países desconfiaban de su capacidad para mantener la paz. Estados Unidos, desengañado con sus aliados europeos, que no pagaron las deudas contraídas en la guerra, inició una política aislacionista.
ASCENSO DEL FASISMO:
Uno de los objetivos de los vencedores de la I Guerra Mundial había sido hacer del mundo un lugar seguro para la democracia; la Alemania de posguerra (cuyo régimen es conocido como la República de Weimar) adoptó una Constitución democrática, al igual que la mayoría de los estados reconstituidos o creados después de la contienda. Sin embargo, en la década de 1920 proliferaron los movimientos que propugnaban un régimen basado en el totalitarismo nacionalista y militarista, conocido por su nombre italiano, fascismo, que prometía satisfacer las necesidades del pueblo con más eficacia que la democracia y se presentaba como una defensa segura frente al comunismo. Benito Mussolini estableció en Italia en 1922 la primera dictadura fascista.
Frente británico
La II Guerra Mundial fue el conflicto de la historia en el que más civiles y combatientes participaron, superando incluso a la I Guerra Mundial. Todos los recursos humanos y económicos de las naciones implicadas se emplearon en la lucha por la victoria, y todos los sectores de la población pasaron a ser objetivos de ataque. En Gran Bretaña, este grado de compromiso fraguó el mito de una nación unida contra la adversidad, en la que las diferencias sociales del tiempo de paz se habían olvidado. La propaganda, las ilusiones y la nostalgia podrían haber magnificado esta leyenda, pero no puede negarse la importancia del Home Front (Frente Nacional) en el esfuerzo de guerra británico.
La II Guerra Mundial requirió la utilización de todos los recursos humanos y económicos de cada Estado y fue un conflicto único en los tiempos modernos por la violencia de los ataques lanzados contra la población civil y por el genocidio (el exterminio de judíos, gitanos, homosexuales y otros grupos) llevado a cabo por la Alemania nacionalsocialista (nazi) como un objetivo específico de la guerra. Los principales factores que determinaron su desenlace fueron la capacidad industrial y la cantidad de tropas. En los últimos momentos de la lucha se emplearon dos armas radicalmente nuevas: los cohetes de largo alcance y la bomba atómica. No obstante, el tipo de armamento empleado durante casi todo el enfrentamiento fue similar al de la I Guerra Mundial, aunque con ciertas mejoras. Las principales innovaciones se aplicaron a las aeronaves y a los carros de combate.
LAS CAUSAS:
Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos alcanzaron, por su parte, los objetivos previstos en el conflicto iniciado en 1914. Habían logrado que Alemania limitara su potencial militar a una cifra determinada y reorganizaron Europa y el mundo según sus intereses. No obstante, los desacuerdos políticos entre Francia y Gran Bretaña durante el periodo de entreguerras (1918-1939) fueron frecuentes, y ambos países desconfiaban de su capacidad para mantener la paz. Estados Unidos, desengañado con sus aliados europeos, que no pagaron las deudas contraídas en la guerra, inició una política aislacionista.
ASCENSO DEL FASISMO:
Uno de los objetivos de los vencedores de la I Guerra Mundial había sido hacer del mundo un lugar seguro para la democracia; la Alemania de posguerra (cuyo régimen es conocido como la República de Weimar) adoptó una Constitución democrática, al igual que la mayoría de los estados reconstituidos o creados después de la contienda. Sin embargo, en la década de 1920 proliferaron los movimientos que propugnaban un régimen basado en el totalitarismo nacionalista y militarista, conocido por su nombre italiano, fascismo, que prometía satisfacer las necesidades del pueblo con más eficacia que la democracia y se presentaba como una defensa segura frente al comunismo. Benito Mussolini estableció en Italia en 1922 la primera dictadura fascista.
INGLATERRA Y LOS ARABES
Hasta hace poco tiempo, una serie de referencias geográficas y de ciudades de Oriente Próximo que se han hecho familiares por su presencia en los medios de comunicación, como los Altos del Golán, el río Littani, Sidón, Kuneitra o Beirut, estaban asociadas exclusivamente a unos acontecimientos bélicos recientes como la Guerra de los Seis Días, la Operación Paz en Galilea, es decir, la invasión israelí del Líbano, o la Guerra del Yom Kippur. Sin embargo, tanto Siria como el Líbano fueron el escenario de un episodio, corto aunque intenso, de la Segunda Guerra Mundial, que enfrentó a franceses de Vichy con británicos y franceses libres, apenas conocido a pesar de su interés[1].
En efecto, en la primavera de 1941 el Mediterráneo oriental[2] no sólo distaba de ser un teatro de operaciones secundario, sino que incluso podía considerarse el centro neurálgico de un conflicto que ya había rebasado definitivamente el marco europeo. Tras la conquista alemana de los Balcanes, culminada con la espectacular operación aerotransportada sobre Creta, las escasas fuerzas británicas de Oriente Medio, al mando del general Archibald Wavell, tenían que hacer frente a un conjunto de amenazas y exigencias que superaban los meros aspectos militares. En primer lugar estaba el Afrika Korps del general Rommel el cual, unido a las fuerzas italianas y tras sitiar Tobruk, avanzaba desde Libia hacia la frontera egipcia. Más al sur, en Abisinia, aunque las tropas italianas del duque de Aosta se habían rendido a los generales Platt y Cunningham, jefes de las fuerzas de Sudán y Kenia, respectivamente, todavía continuaban la resistencia en varios núcleos.
En esta situación, para los británicos era necesario garantizar la seguridad de la retaguardia y rematar la intervención en Iraq contra el gobierno de Rachid Alí el Galieni, una plataforma de penetración germana en la zona y un referente para el nacionalismo árabe, cada vez más inclinado hacia el Eje[3]. Por otra parte, el sentimiento antibritánico era un hecho evidente no sólo en Iraq o Irán, sino también en Egipto, donde el Partido Wasf veía con satisfacción los progresos de Alemania. En Palestina, una región en la que los choques entre árabes y judíos persistían entre otras razones debido al estímulo que recibía de dirigentes de conocida inclinación progermana como el Muftí de Jerusalén, Haj Amín el Hussein, y el jefe militar de origen sirio Fawzi al Kaujki[4], el rechazo hacia los ingleses era especialmente intenso. Todo ello exigía un despliegue de tropas encargadas de controlar una región que era vital para los intereses de Gran Bretaña, pues si el canal de Suez era un enlace esencial en el camino hacia la India, el petróleo que llegaba al puerto de Haifa a través del oleoducto que partía de Mosul y Kirkuk resultaba imprescindible para la flota y las fuerzas británicas. A todo ello habría que añadir que otro retroceso de Inglaterra en el Mediterráneo probablemente supondría la entrada en la guerra de Turquía, España y Vichy al lado del Eje, lo cual podría inclinar definitivamente el conflicto en contra de Gran Bretaña[5].
En esta situación la intervención británica en Siria era una posibilidad que no dejaba de contemplarse, sobre todo teniendo en cuenta dos elementos que se unían a la necesidad perentoria de mantener controlada la retaguardia de una región tan vital como la de Oriente Próximo[6]. En primer lugar, estaba la presión del general De Gaulle a favor del ataque a las posesiones de Vichy en los territorios de Levante, una operación que el líder francés comprendía que no podían emprender en solitario las Fuerzas Francesas Libres dada la debilidad de sus efectivos[7]. Además, el fracaso de la operación de Dakar aconsejaba emprender operaciones de carácter lateral bajo la dirección de Gran Bretaña, aunque la desconfianza hacia sus aliados no abandonó nunca al general. Por otro lado, se encontraba el tradicional interés de Winston Churchill[8] hacia la zona del Mediterráneo y Oriente Próximo, demostrado desde sus años de Lord del Almirantazgo en 1915 cuando impulsó la operación de Gallípoli y, posteriormente, reiterado en 1943 con ocasión de la Conferencia de Teherán en que preconizaría el asalto al continente europeo por los Balcanes, zona a la que calificó como el vientre blando de Europa. A este interés del premier hay que añadir los informes del servicio secreto británico tendentes a insistir, si no a exagerar, el peligro de la presencia alemana en Siria. A este respecto, la cuestión de la autorización del gobierno de Petain para el uso de las bases aéreas francesas en Siria y Líbano por parte de Alemania se convirtió en el elemento central para decidir la posible intervención británica. No es extraño, por tanto, que tras los acuerdos adoptados después de la reunión de Berchtesgaden, celebrada en mayo de 1941 entre Hitler y el almirante François Darlan, jefe del gobierno petanista -plasmados semanas después en la concesión para el uso de los aeródromos situados en territorio sirio y libanés a favor de Alemania, teóricamente sólo para ayudar al régimen de Rachid Alí en Iraq- contribuyera a decidir a Churchill, si es que necesitaba algún estímulo en este aspecto, en favor de una rápida intervención en Siria.
En toda esta cuestión resulta fundamental establecer en lo posible las verdaderas dimensiones de la amenaza alemana en el Mediterráneo oriental y Oriente Próximo para entender el conjunto de razones que impulsaron a Churchill a ordenar la apertura de un nuevo frente en unos momentos delicados. Ciertamente, tras el ataque germano a Creta en una audaz e inesperada operación aerotransportada, parecía justificado el temor existente entre los británicos a un nuevo ataque alemán en la zona al que podían servir de apoyo la Francia de Vichy y sus bases aéreas de Levante. De acuerdo con el presunto interés de Alemania por Oriente y su tendencia a aprovechar las circunstancias favorables para su expansión con un mínimo de costos por el área, se puede entender el razonamiento que sitúa a Siria como un lugar esencial dentro de la política germana. En concreto, sus bases aéreas aparecían como una plataforma idónea para la llegada de los paracaidistas alemanes que, en una operación semejante a la de Creta, podrían establecer una cabeza de puente previa a una invasión que desestabilizaría todo el dispositivo británico en Oriente Medio[9]. Sin embargo, una vez que se comprobó que Alemania tenía otros objetivos, como puso de manifiesto el ataque a la Unión Soviética en junio de 1941, y teniendo en cuenta la debilidad tanto de los efectivos enviados al norte de África en ayuda de los italianos como de los destinados al apoyo de los nacionalistas iraquíes, donde la indecisión destaca como característica dominante de la política alemana, resulta difícil mantener la realidad del repetido peligro de penetración del Eje en el área. Al contrario, casi cabe hablar antes de una actuación de compromiso, a remolque ora de las circustancias ora de terceros, fueran éstos italianos o nacionalistas iraquíes. Sin embargo, y como hemos señalado anteriormente, no se puede negar la existencia de un activo nacionalismo árabe, de intenso carácter antibritánico, deseoso de sacudirse el yugo colonial; ni tampoco la inquietud que causaba a los británicos la presencia en la zona de la Francia de Vichy, muy inclinada hacia la órbita alemana. Tampoco puede pasarse por alto la enorme importancia estratégica de la región o la etapa militarmente expansiva jalonada de éxitos que atravesaba Alemania, para entender los temores de Churchill y la decisión adoptada, aunque no compartida de forma unánime, de invadir Siria en junio de 1941.
Para finalizar este rápido panorama, no se puede olvidar un elemento destacado por el propio Charles de Gaulle[10] y recogido por numerosos autores franceses como es la rivalidad colonial entre Francia y Gran Bretaña. Ciertamente, y a la luz de lo sucedido, es inevitable pensar que los británicos, en el contexto de su lucha contra el Eje, estaban aprovechando las circunstancias del conflicto para intentar sustituir la influencia francesa en el Próximo Oriente.
En la primavera de 1941, las fuerzas francesas situadas en Siria y Líbano a las órdenes del general Henri Dentz, un alsaciano nombrado por Petain Alto Comisario de los territorios de Levante, tenían órdenes terminantes del almirante Darlan, jefe del gobierno de Vichy, de actuar vigorosamente para mantener alejados a los británicos y permanecer atentos a cualquier maniobra que pudiera afectar a los intereses de Francia, incluidas las italo-germanas. Las relaciones entre Gran Bretaña y Vichy en esta época se podían calificar de prebélicas, pues a los numerosos incidentes navales[11], protagonizados por buques de ambos países, había que añadir los aéreos, especialmente importantes después del estallido del conflicto entre el gobierno iraquí de Rachid Alí y Gran Bretaña. Incluso existió una fracasada intervención de un comando de judíos de Palmah dirigidos por un oficial británico que pretendían volar la refinería de petróleo del puerto libanés de Trípoli en mayo de 1941[12]. Los acontecimientos de Iraq iban a afectar muy directamente a los franceses e incluso a determinar en parte los sucesos posteriores. En primer lugar, hay que destacar la presión de Alemania que, tras la citada entrevista de Berchtesgaden entre Hitler y Darlan, obtuvo de Francia una serie de concesiones militares entre las que se encuentran la autorización del uso de los aeródromos de Siria por la Luftwaffe, así como la entrega de material militar francés afectado por el armisticio de 1940 al gobierno iraquí de Rachid Alí. No obstante, todavía existían ciertas distancias entre Francia y Alemania pues, a pesar del bombardeo británico de los aeródromos de Palmira y Alepo, Darlan declinó el ofrecimiento germano de prestar su aviación para defender el territorio francés amenazado, una posibilidad que contaba con el apoyo del general Dentz. Esta negativa obedecía tanto al deseo de Vichy de no provocar a los británicos y de no contribuir a fortalecer las posiciones de los gaullistas, como a la voluntad de mantener distancias con Alemania y conservar el apoyo de los Estados Unidos, cuyos envíos de material y alimentos resultaban fundamentales para el gobierno del mariscal Petain.
Si a los ojos de los británicos no quedaban dudas sobre cual sería la reacción de Vichy en caso de la presencia de los paracaidistas alemanes en Siria, y por lo tanto de la necesidad de intervenir en la zona, a los franceses libres les parecía igualmente conveniente proceder a un ataque en Oriente Medio debido a la necesidad que tenían de contar con territorios que les permitiera dotarse de entidad política. Ésta sería una de las pocas ocasiones en que dos personalidades a menudo tan enfrentadas como Churchill y De Gaulle, iban a coincidir a pesar de la desconfianza mutua. La idea de atacar los intereses de Vichy en Levante aparece ya en septiembre de 1940 cuando Churchill y el general
Catroux comenzaron a estudiar la viabilidad de las operaciones[13]. Por el contrario, la firmeza del primer ministro encontraba un menor eco entre quienes tenían la responsabilidad de ejecutar el ataque. Así, el general Archibald Wavell se oponía a la apertura de un nuevo frente que contribuiría a dispersar unas fuerzas que en esos momentos tenían que hacer frente a numerosos compromisos, expresando sus reticencias a Churchill por el proyecto y por lo que consideraba una intromisión de De Gaulle en los asuntos del Próximo Oriente[14]. El general inglés se inclinaba antes por soluciones de tipo político para evitar la presencia de Alemania en Siria que por una intervención militar, para la cual tenía que retirar tropas de África o emplear exclusivamente franceses libres dados los compromisos que en mayo de 1941 tenían los británicos en Creta, Iraq y Egipto. Paradójicamente y, a pesar de su escaso aprecio por los efectivos gaullistas[15], las quejas de Wavell encontraban en De Gaullle mayor comprensión, pues éste en sus memorias expresa su admiración hacia el general británico, mostrándose comprensivo ante los muchos retos que tenía que afrontar[16]. La contestación de Churchill a los comunicados de Wavell no dejaron lugar a dudas, pues desoyendo sus quejas, le ordenó improvisar la mayor fuerza posible sin que resultase perjudicada la seguridad de las posiciones en el desierto libio. Sin duda, el empeoramiento de la situación de los británicos en Creta y la previsible evacuación de la isla, aligeraba las obligaciones militares de Wavell quien, después de un amago de división, siguió las instrucciones del primer ministro. A finales de mayo el general inglés remitió el plan de la denominada Operación Exportador, nombre clave de la invasión de Siria y Líbano, para la cual se emplearía un conjunto de fuerzas heterogéneas procedentes de distintos lugares, reunidas para la ocasión. Acto seguido Churchill, al tiempo que presionaba para que los refuerzos franceses no encontraran facilidades en territorio turco, ofreció a Turquía colaborar en el ataque a Siria, una propuesta que fue rechazada por el gobierno de Ankara[17].
El primer ministro inglés también se mostró preocupado por la posible reacción adversa de la opinión pública norteamericana ante lo que podía parecer un conflicto entre potencias coloniales, por lo que comunicó a Roosevelt la intención de proceder al ataque contra el territorio francés. El argumento esgrimido por el gobierno británico para justificar su intervención era la presencia de unidades alemanas en suelo francés, así como la pérdida de legitimidad de Vichy como mandatario en la zona al abandonar la Sociedad de Naciones[18]. En este contexto previo a las operaciones hay que incluir la presión ejercida por Gran Bretaña, que desde 1939[19] perseguía un acercamiento al nacionalismo árabe con la intención de evitar su despla-zamiento hacia Alemania, para arrancar a De Gaulle unos días antes de la invasión la promesa de conceder la independencia a Siria y Líbano nada más producirse su liberación. Esta maniobra, aparentemente descolonizadora, permitía a los ingleses efectuar a un mismo tiempo un acercamiento a los árabes así como desplazar a Francia del Próximo Oriente y sustituir su influencia por la de Gran Bretaña.
De acuerdo con lo establecido en el plan de operaciones elaborado por Wavell, el ataque se realizaría desde Palestina y Transjordania hacia el norte, siguiendo tres ejes de penetración[20]:
- El primero de ellos discurría paralelo a la costa en dirección a Beirut, vía Tiro y Sidón, y estaba a cargo de las fuerzas al mando del general John D. Lavarack, constituidas por la 7ª División australiana incrementada con dos batallones de la 6ª División de la misma nacionalidad, pero con una brigada menos estacionada en Tobruk.
- La segunda vía de ataque tenía como objetivo Damasco siguiendo la ruta del ferrocarril que partía desde Amman y estaba encomendada al general William L. Lloyd. Éste contaba con la 5ª Brigada india -procedente de Eritrea, donde había combatido contra los italianos-, reforzada con un batallón de fusileros reales y otros dos pertenecientes a la 1ª División de Caballería británica, así como con las Fuerzas Francesas Libres -formadas por tres batallones, una batería y una compañía de carros, así como unos cuantos aparatos- al mando del general Le Gentilhomme, quien a su vez dependía del general Catroux[21].
- Por último, existía una tercera ruta de ataque central que, partiendo del lago Tiberiades, se dirigía hacia el norte a través de un terreno montañoso en un movimiento doble dirigido a cubrir los flancos de las dos columnas laterales y a colaborar en el avance sobre Beirut y Damasco, respecti-vamente. Este eje de ataque, que se desarrollaba en el medio geográfico más adverso y en la zona que más resistencia iba a ofrecer al avance británico, era también competencia del general Lavarack , quien tenía que dividir sus fuerzas para atender a las dos vías de avance encomendadas. A estas fuerzas había que añadir unas escuetas unidades de voluntarios judíos de la Haganah, cuatro regimientos de Artillería australianos y uno británico, setenta aviones de la RAF, Hurricanes y Gladiator en su mayoría[22], y tan sólo nueve carros que distaban de ser los últimos modelos de Matilda o Crusader. La Royal Navy estaba presente con dos cruceros y diez destructores. El mando supremo de las fuerzas de tierra recayó en el general británico Henry Maitland Wilson. Para finalizar, hay que señalar que Wavell insistía en su plan en la necesidad de emplear medidas políticas pues en el fondo confiaba en que las tropas francesas presentasen poca resistencia e incluso, si llegaban a intervenir los alemanes, se confiaba en que se unieran a los invasores. En suma, el objetivo era evitar el combate en la medida de lo posible, emplear todos los medios de propaganda disponible, y confiar en que el despliegue de fuerzas inclinase a la población local y a la guarnición francesa a favor de los británicos.
Sin embargo, el general inglés erraba en sus cálculos, pues las tropas francesas destacadas en Siria y Líbano estaban determinadas a obedecer las órdenes recibidas y resistir cualquier ataque británico. Lo ocurrido en Mers el Kebir y Dakar, junto a los repetidos ataques sufridos por los barcos y aviones franceses ayudan a explicar el rechazo hacia británicos y gaullistas y la simpatía existente hacia Alemania entre los partidarios de Petain. Las fuerzas del gobierno de Vichy situadas en los territorios de Levante estaban al mando del general Henri Dentz, quien contaba con alrededor de treinta mil hombres repartidos en dieciocho batallones de fuerzas regulares francesas, Legión Extranjera, senegaleses, spahis argelinos y tropas locales. A estas unidades había que añadir ciento cincuenta vehículos blindados, de los cuales noventa eran carros de combate, en su mayor parte Renault 35, y una numerosa artillería que contribuyó en gran parte a retrasar el avance británico. Especialmente eficaz resultó la aviación de Vichy, compuesta por más de noventa aparatos entre los que destacaban los modernos Morane-Saulnier y los Dewoitine D-520, que disputaron con éxito a la RAF el dominio del aire durante las primeras semanas de la guerra. Conviene recordar que este conjunto nada desdeñable de fuerzas aguerridas y expertas debía desempeñar una labor defensiva, a la que colaboraba una geografía desfavorable para los movimientos, especialmente en el interior, así como unas vías de comunicación casi inexistentes y unos puntos fortificados que favorecían la resistencia. La eficacia de esta estrategia defensiva, que sin duda fue uno de los condicionantes de la campaña, demostró que las fuerzas de Vichy tenían unas cualidades indudables para este tipo de guerra, las cuales fueron reconocidas incluso por los británicos[23].
En la víspera del 8 de junio de 1941 en que se produjo el ataque, dos unidades de comandos compuestas por judíos y británicos intentaron tomar dos puentes que habían de facilitar el avance de los australianos de Lavarack. El primero de ellos, al mando de Yigall Allon, alcanzó su objetivo sin tropiezo alguno. Por el contrario, la otra unidad, dirigida por Moshe Dayan, fracasó en el intento perdiendo su jefe un ojo de resultas de las heridas recibidas[24]. Al día siguiente se produjo el triple ataque británico desde el sur acompañado de bombardeos de la RAF sobre los aeródromos sirios y libaneses. La respuesta de Dentz fue aprestarse a la defensa de sus posiciones y evacuar a los alemanes que estaban como consejeros en el territorio francés para evitar lo que podía considerarse una provocación. En los primeros días el avance de los australianos de la 7ª División fue relativamente rápido, ocupando Tiro y llegando a las orillas del río Littani sin excesiva dificultad. No obstante, una audaz acción de comandos ingleses al mando del mayor Geoffrey Keyes, quien más tarde moriría en un ataque contra el cuartel general de Rommel, que tenía como objetivo un puente que permitiera vadear el río, fracasó. Al mismo tiempo, cerca de la desembocadura del río Littani se libraban intensos combates aéreos y navales en los que los destructores ingleses Isis e Ilex fueron alcanzados por aviones de Vichy, mientras que los Swordfish británicos con base en Chipre hundían al destructor francés Le Chevalier. Poco después, las fuerzas del general Lavarack consiguieron vadear el Littani y alcanzar Sidón, aunque con más pérdidas de las previstas.
Más sencillo resultó el avance de las fuerza del general Lloyd hacia Damasco a través de las pistas del desierto, pues sus hindúes y franceses libres apenas encontraron dificultades hasta las cercanías de la capital siria, si se exceptúan las derivadas de las malas comunicaciones y de los ataques aéreos. Como se esperaba, el avance de la columna central a través de los Altos del Golán en dirección por un lado a Kuneitra y por otro a Merdjajoun, en territorio druso, fue más lento y dificultoso, pues a los problemas derivados de la orografía se añadió una feroz resistencia favorecida por el terreno. Paralelamente, el gobierno de Petain enviaba una nota de protesta a Londres por medio de su embajador en Madrid, quien contestó que se debía dejar paso libre a las tropas británicas con el objeto de garantizar su seguridad. Naturalmente, la propuesta fue rechazada[25].
Pasada la primera semana del conflicto, el general Dentz se percató de la debilidad de las fuerzas atacantes y decidió pasar a la ofensiva en los sectores central y costero en los que, casualmente, no había tropas gaullistas. Así, el 13 de junio los franceses lanzaron un contraataque en el que emplearon la mayor parte de sus carros de combate contra los australianos, en las cercanías de Sidón, para aliviar la situación de la ciudad. A pesar de los medios empleados y la energía del ataque, la maniobra fracasó resultando destruidas la mayor parte de las fuerzas de Vichy debido al fuego de la artillería, lo que permitió que los australianos del general Stevens ocuparan Sidón el día 15. Al mismo tiempo, las fuerzas francesas situadas en Merdjajoun resistían los ataques australianos, mientras que en el sector de Kuneitra un contraataque de la Legión Extranjera aniquiló un batallón británico, aunque no se pudo evitar que unos días más tarde la ciudad fuera ocupada por los británicos, quedando de esta forma abierto el camino hacia Damasco.
A mediados del mes de julio, por lo tanto, el frente se había estabilizado en la línea Sidón-Merdjajoun-Damasco, quedando detenido el avance británico. Wavell comprendía que si se quería terminar rápidamente la campaña era necesario emplear nuevas tropas que desequilibraran la situación, pero también era consciente de la difícil situación por la que atravesaba dado que, el mismo día 15 de junio no sólo se conoció la firma de un pacto de amistad entre Alemania y Turquía[26], sino que también llegó la noticia de la derrota de las fuerzas británicas en el paso de Halfaya a manos del Afrika Korps, lo que suponía el fracaso de la operación emprendida por los británicos para levantar el cerco de Tobruk. Sin embargo, y probablemente debido a la presión de Churchill, Wavell decidió mandar refuerzos al teatro de operaciones sirio-libanés, al tiempo que procedió a renovar el mando de las tropas. En concreto, envió dos brigadas pertene-cientes a la 6ª División británica y encomendó la dirección de las operaciones al general Lavarack, relevando al general Wilson quien, situado en Jerusalén lejos de las operaciones y con obligaciones políticas y administrativas, no era capaz de apreciar la situación. Pero la decisión fundamental y la que a la postre decidió en gran parte el resultado de la campaña fue la creación de la Habforce y su empleo en la apertura de un nuevo frente en el este de Siria o, lo que es lo mismo, en la retaguardia del dispositivo francés. Para ello, Wavell reunió en Iraq una columna formada, a partir de la 1ª División de Caballería que había participado en la toma de Bagdad, por los regimientos de Caballería de Wiltshire y Warwickshire, el regimiento de Essex y la Legión Árabe del mayor John Bagot Glubb, futuro Glubb Pachá cuando al finalizar el conflicto pasó al servicio de la monarquía hachemita, así como dos baterías de artillería y nueve vehículos blindados ligeros de la RAF. Estas fuerzas, conocidas con el nombre de Habforce, quedaron listas para intervenir en Siria.
Mientras tanto, el ataque británico se había reanudado en el sector central, donde se decidió intentar esquivar por el sur el saliente Merdjajoun, que resultaba imposible de tomar debido a la resistencia francesa, para dirigirse hacia Djezzin. En este lugar se libraron intensos combates que permitieron a los australianos ocupar la ciudad. La respuesta francesa vino por el aire ya que la aviación de Vichy, que todavía disputaba con éxito el dominio del aire a la RAF, llevó a cabo un severo bombardeo de la ciudad que causó importantes pérdidas a los atacantes. Poco después, Lavarack, nuevo comandante en jefe, decidió romper el equilibrio en el que amenazaba estancarse la campaña ordenando al general Lloyd lanzar un ataque contra Mezze, un lugar clave para la conquista de Damasco. En este lugar, las fuerzas de Vichy resistían con éxito desde casi el comienzo de las hostilidades, al igual que Fort Goybet, una posición guarnecida por la Legión Extranjera que garantizaba la apertura de la carretera que unía Beirut con la capital siria. Tanto a franceses como a británicos no se les escapaba la importancia de esta vía de comunicación, pues por ella tendrían que venir los refuerzos que el general Dentz se apresuraba a enviar en socorro de Damasco. La audaz iniciativa de una compañía australiana y otra de franceses libres, que logró cortar con una barricada tanto la carretera como la vía férrea y resistir el contraataque de Vichy, precipitó los acontecimientos. Primero cayó Fort Goybet y poco después, tras unos duros combates que se saldaron con el aniquilamiento de dos batallones hindúes, Mezze se rindió a los británicos. De esta forma, imposibilitado de recibir ayuda desde Beirut, Damasco quedaba aislado por lo que, el 21 de junio, entraba en la capital siria el batallón australiano del teniente coronel Blackburn. Una vez más la respuesta de los franceses fue encomendada a la aviación. Aprovechando su moderno material y que aún disputaba a la RAF el dominio del aire, los aparatos de Vichy bombardearon Damasco el 22 de junio, una acción que apenas causó daños ni prácticamente tuvo trascendencia, pues coincidió con el ataque alemán a la Unión Soviética.
Aunque la caída de la capital siria suponía un indudable éxito británico y el logro de uno de los objetivos previstos en la campaña, todavía las fuerzas de Vichy permanecían firmemente asentadas en la mayor parte del territorio. Para Wavell y el propio Churchill era evidente la necesidad de desequilibrar la situación, por lo que el mismo 21 de junio se ordenó que la Habforce, partiendo de sus bases en Iraq, atacara a los franceses en una doble dirección. Por un lado, debía avanzar siguiendo la línea del oleoducto que, vía Palmira y Homs, finalizaba en Trípoli; mientras que, por otro lado, tendría que remontar el curso del río Éufrates hacia el norte, en dirección a Alepo y la frontera turca. En esta última línea el avance se desarrolló sin excesivos problemas, excepto los derivados de las malas comunicaciones y de las dificultades logísticas. No ocurrió lo mismo en el sur, pues si hasta Palmira la Habforce apenas había tenido dificultades, en la que fue ciudad helenístico-romana y capital de un efímero reino en el siglo III dC., dos compañías de la Legión Extranjera que guarnecía su fuerte consiguieron frenar durante doce día a los británicos. Esta firme resistencia que, sin duda, disminuyó el efecto provocado por el ataque de la Habforce y permitió que la resistencia del general Dentz se prolongase, obligó unos días más tarde a llevar a cabo una maniobra de flanqueo encomendada a la Legión Árabe[27]. En efecto, con el fin de superar el estancamiento de la columna y asegurar sus vías de comunicación con Iraq, las tropas de Bagot Glubb se dirigieron contra Saba Beyar y Sukhane, dos lugares situados en pleno desierto al norte y sur de Palmira respectivamente, ocupándolos sin problemas.
Mientras se desarrollaban estos acontecimientos en el nuevo teatro de operaciones, los combates más intensos se producían en el centro del Líbano, en el sector de Merdjajoun, donde la eficacia de la táctica defensiva de las fuerzas de Vichy, siendo notable en toda la campaña, alcanzó sus máximos niveles. Aquí, el ataque lanzado el mismo día 21 de junio por la 7ª División australiana se encontró con la ya tradicional firmeza de las fuerzas francesas, bien atrincheradas en lugares estratégicos como Fort Khiam, junto a Merdjajoun. Probablemente los combates más violentos de la campaña se desarrollaron en esta zona durante la última semana de junio, cuando al fracasar el ataque australiano, los franceses respondieron con un enérgico contraataque que puso en peligro todo el dispositivo británico, llegando a amenazar el norte de Palestina. En este caso, la firmeza de la 7ª División junto con la progresiva hegemonía de la RAF permitieron a los británicos, no sin sufrir importantes pérdidas, detener a los de Vichy y continuar la presión sobre Merdjajoun. Por fin, el 29 de junio, tras un fuerte bombardeo, los australianos logran tomar la ciudad con un ataque frontal. Tras la corrección del frente, nuevamente estabilizado por Dentz, el próximo objetivo de los atacantes era obviamente Mazraat-ech-Chouf, antesala de Beirut.
A pesar de que las fuerzas de Vichy retrocedían ordenadamente causando grandes pérdidas a los británicos y consiguiendo mantener sus líneas, la realidad se imponía. Al contrario que Wavell, quien a pesar de todas sus carencias y sus numerosos compromisos pudo enviar refuerzos y renovar sus fuerzas, Dentz contemplaba cómo transcurrían las semanas y no llegaban fuerzas de refresco. Ni el gobierno de Vichy, ni los alemanes, antes recelosos a intervenir y ahora ocupados con sus nuevos compromisos en Rusia, parecían interesarse por el Levante francés, dejando abandonadas a unas tropas que hasta estos momentos estaban resistiendo con éxito el ataque británico. Si en las primeras semanas del conflicto las fuerzas de Vichy eran comparables, si no superiores, en cantidad y calidad a las atacantes, el desgaste sufrido por los duros combates y la llegada de nuevas unidades británicas colocaron al ejército francés en una situación de creciente inferioridad cuya primera manifestación fue la pérdida del dominio aéreo. Este panorama era evidente a medida que pasaba el tiempo, el cual transcurría a favor de los británicos, a pesar de las dificultades crecientes con que se encontraban en el norte de África ante el avance italo-germano. Precisamente, el fracaso de la operación encaminada a frenar el avance del Afrika Korps y socorrer Tobruk fue el causante de que el general Archibald Wavell, quien -parafraseando a Churchill, con el que frecuentemente disentía- tantas obligaciones y retos tuvo y a los que tan hábilmente supo hacer frente, no pudiera ver el fin de la campaña sirio-libanesa al ser destituido por el premier inglés. En su lugar fue nombado el general Auchinleck, el 1 de julio, quien tampoco tuvo mucho éxito en la misión de detener al Afrika Korps. Nada afectó el nuevo nombramiento a los sucesos de Oriente Próximo, pues sin novedad alguna continuó el ataque británico contra unas fuerzas que ya acusaban el desgaste de los combates de las anteriores semanas.
Tras una corta pausa, los enfrentamientos se reanudaron inmedia-tamente en todos los frentes, pues los británicos tenían necesidad de acabar cuanto antes con una campaña que no sólo se alargaba más allá de lo previsto, sino que la presión alemana en el norte de África exigía todas las fuerzas disponibles. Así, el 3 de julio, la Habforce logró tomar Palmira con lo que quedaba expedito el camino hacia el norte del Líbano, y el 8 de julio la 7ª División australiana volvía a atacar en la costa, en dirección a Damur. Paralelamente, el mismo día se inició en el sector central el ataque contra Mazraat. A nadie se le escapaba que era la embestida final contra las fuerzas de Vichy. En los primeros momentos parecía que se iba a repetir lo sucedido anteriormente dada la eficaz resistencia francesa, pero en tan sólo dos días el frente francés se hundió. El 10 de julio, mientras Habforce avanzaba sin apenas encontrar resistencia en dirección a Homs, Damur y Mazraat, cayeron en manos australianas, quedando Beirut a su alcance sin obstáculo alguno.
Dos días después sucedió aquello por lo que Wavell suspiraba antes de iniciar las operaciones: el general Dentz, después de haber internado en Turquía sus barcos y parte de los aviones que no pudieron ser enviados a Argelia y haber mantenido cinco semanas de duros combates, se rendía al general Lavarack. El día 14 de julio se formalizó la rendición con la firma de los Acuerdos de San Juan de Acre por parte del General Wilson y del general Veirdilhac, representando a los británicos y Vichy, respectivamente. Quedó al margen de los acuerdos el general George Catroux, representante de la Francia Libre en Oriente Medio, lo cual revelaba la escasa atención que merecían los gaullistas a Churchill y su intención de que Gran Bretaña sustituyera a Francia en los territorios de Levante como potencia mandataria, aprovechando la promesa de independencia realizada por los gaullistas sirios y libaneses en el momento de su liberación. La inevitable tensión que generó este gesto se tradujo en una firme actitud por parte de De Gaulle, quien no sin esfuerzos, logró el reconocimiento de heredero y depositario de los derechos de Francia en la zona, lo cual suponía un importante triunfo político.
La campaña sirio-libanesa se incluye dentro del marco general de la política británica de Oriente Medio en 1941, destinada esencialmente a mantener el control de una zona considerada vital debido a sus recursos petrolíferos, a su condición de etapa en el camino hacia la India, así como al intento de penetrar en un área de dominio francés. No obstante, es también la expresión de la importancia concedida por Churchill al imperio y de su firme voluntad de mantener el área bajo control, pues las operaciones se emprendieron en unos momentos especialmente difíciles para Inglaterra, con tropas heterogéneas procedentes de otros frentes y contra toda prudencia militar, arrostrando la oposición de parte del Estado Mayor. Asimismo, la ocupación de Siria y Líbano, junto con la de Iraq, puede entenderse como la respuesta de Gran Bretaña a la caída de los Balcanes, al tiempo que como una maniobra encaminada a restablecer el prestigio de Inglaterra entre los árabes, bastante maltrecho tras las derrotas sufridas. Ciertamente, con el ataque contra las posesiones de la Francia de Vichy, los británicos consiguieron asegurar todo el Próximo Oriente, pudiendo a partir de ahora concentrar prácticamente todos sus efectivos en el norte de África. Esta iniciativa se revelará fundamental cuando en 1942 la amenza japonesa en Asia plantee nuevas exigencias a Gran Bretaña, a las que pudo hacer frente con la seguridad de mantener controlado todo el área comprendida entre el Mediterráneo y la India. En concreto, una de las primeras repercusiones del ataque japonés fue la llamada a las tropas hindúes, australianas y neozelandesas para defender sus respectivos países, lo cual suponía para Londres trasladar unas fuerzas que hasta ese momento habían resultado vitales.
En lo que a Alemania respecta, su pasividad contrasta con la aludida firmeza británica. Esta actitud sin duda respondía tanto a su escaso interés por la región, sobre todo si las dificultades que se presentaban a su penetración eran grandes, como a las distancias mantenidas por Vichy ante los ofrecimientos germanos. Probablemente, el carácter colonial que emanaba del conflicto no se le escapó a Berlín, percatándose de que ante los árabes, con quienes Alemania mantenía excelentes relaciones, lo más aconsejable era no aparecer como aliado de una potencia colonial. Por otra parte, el carácter de guerra civil del conflicto y cierto deseo de mantener distancias con Vichy, desataron en Berlín una prudencia poco habitual. En suma, después de lo sucedido en Iraq y, sobre todo, ante la inmediata invasión de la URSS, Siria y Líbano no entraban en los planes alemanes de expansión.
En lo que a Vichy se refiere, lo sucedido representó un duro golpe, pues no sólo vio cómo se perdía una porción más de su imperio, sino que también veía cómo su posición internacional se debilitaba, a la par que se afirmaba la representada por la Francia Libre del general De Gaulle. A este respecto, hay que referirse a la campaña sirio-libanesa como un conflicto extendido que, como sucede en otros que se desarrollan en el seno de la 2ª Guerra Mundial, encubre otros enfrentamientos. En efecto, no sólo se trata como hemos visto de la rivalidad colonial anglo-francesa, es también una manifestación de la guerra civil larvada entre franceses, incluso desde antes del conflicto mundial, entre partidarios de posturas tan antagónicas como las defendidas por Vichy y De Gaulle; es decir, entre soluciones de carácter autoritario o de carácter democrático[28]. Por tanto, el Próximo Oriente, al igual que lo fue Dakar, iba a ser otro escenario de este conflicto entre franceses desarrollado dentro del contexto de la guerra mundial, en el que combatieron directamente y con ardor, gaullistas contra partidarios de Vichy.
Por último, no se puede concluir sin aludir a los sirios y los libaneses, en cuyo territorio se desarrollaron los hechos. En este caso, al contrario de lo sucedido en Iraq, la mayor parte de la población y de los grupos políticos árabes permanecieron al margen del conflicto, sin duda convencidos de que era un conflicto colonial que no afectaba a sus intereses. Hay que recordar que no sólo gozaban de una importante autonomía, sino también que la realidad de su independencia era un hecho a corto plazo.
Para finalizar, sólo queda referirse a la propia campaña. Lo primero que se desprende de su estudio es lo encarnizado de la misma, siendo muy diferente de las operaciones desarrolladas en Iraq, donde el enemigo no era una potencia europea sino un gobierno árabe y un ejército incomparablemente más débil y anticuado que el francés. En primer lugar, hay que señalar la importancia de la aviación de Vichy y el relativamente alto número de carros y blindados con que contaba el general Dentz, por no aludir a la gran eficacia de su artillería, así como a la profesionalidad de las fuerzas de tierra, entrenadas, motivadas y bien dirigidas por oficiales expertos. Ante este panorama y teniendo en cuenta las características de las fuerzas británicas, heterogéneas y con un material en muchos aspectos inferior al francés, no es de extrañar que la campaña resultase más larga y costosa de lo previsto. Resulta difícil valorar si la distracción del norte de África de las unidades británicas empleadas en Siria y Líbano, pudo contribuir a facilitar la victoria de Rommel, pero es indudable que, teniendo en cuenta las circunstancias en que se encontraba Wavell, las pérdidas experimentadas y la dispersión de sus fuerzas no colaboraron a favorecer la estrategia británica.
Por último, queda señalar el carácter colonial de muchas de las unidades empleadas en las operaciones por ambos bandos. Así, los franceses disponían de senegaleses, argelinos y de una unidad tan escasamente metropolitana como la Legión Extranjera, siendo una minoría las fuerzas regulares. Algo semejante sucedía en el bando británico, donde los ingleses tenían comparativamente poca importancia en un contexto dominado por australianos, hindúes, franceses libres y judíos.
En suma, en julio de 1941, una vez finalizadas las operaciones en Siria y Líbano, concluye el efímero protagonismo estratégico de Oriente Medio, al tiempo que se cierra la primera fase de la guerra, comenzando una nueva y generalizada etapa del conflicto más intensa, ahora ya a punto de convertirse verdaderamente en mundial.
En efecto, en la primavera de 1941 el Mediterráneo oriental[2] no sólo distaba de ser un teatro de operaciones secundario, sino que incluso podía considerarse el centro neurálgico de un conflicto que ya había rebasado definitivamente el marco europeo. Tras la conquista alemana de los Balcanes, culminada con la espectacular operación aerotransportada sobre Creta, las escasas fuerzas británicas de Oriente Medio, al mando del general Archibald Wavell, tenían que hacer frente a un conjunto de amenazas y exigencias que superaban los meros aspectos militares. En primer lugar estaba el Afrika Korps del general Rommel el cual, unido a las fuerzas italianas y tras sitiar Tobruk, avanzaba desde Libia hacia la frontera egipcia. Más al sur, en Abisinia, aunque las tropas italianas del duque de Aosta se habían rendido a los generales Platt y Cunningham, jefes de las fuerzas de Sudán y Kenia, respectivamente, todavía continuaban la resistencia en varios núcleos.
En esta situación, para los británicos era necesario garantizar la seguridad de la retaguardia y rematar la intervención en Iraq contra el gobierno de Rachid Alí el Galieni, una plataforma de penetración germana en la zona y un referente para el nacionalismo árabe, cada vez más inclinado hacia el Eje[3]. Por otra parte, el sentimiento antibritánico era un hecho evidente no sólo en Iraq o Irán, sino también en Egipto, donde el Partido Wasf veía con satisfacción los progresos de Alemania. En Palestina, una región en la que los choques entre árabes y judíos persistían entre otras razones debido al estímulo que recibía de dirigentes de conocida inclinación progermana como el Muftí de Jerusalén, Haj Amín el Hussein, y el jefe militar de origen sirio Fawzi al Kaujki[4], el rechazo hacia los ingleses era especialmente intenso. Todo ello exigía un despliegue de tropas encargadas de controlar una región que era vital para los intereses de Gran Bretaña, pues si el canal de Suez era un enlace esencial en el camino hacia la India, el petróleo que llegaba al puerto de Haifa a través del oleoducto que partía de Mosul y Kirkuk resultaba imprescindible para la flota y las fuerzas británicas. A todo ello habría que añadir que otro retroceso de Inglaterra en el Mediterráneo probablemente supondría la entrada en la guerra de Turquía, España y Vichy al lado del Eje, lo cual podría inclinar definitivamente el conflicto en contra de Gran Bretaña[5].
En esta situación la intervención británica en Siria era una posibilidad que no dejaba de contemplarse, sobre todo teniendo en cuenta dos elementos que se unían a la necesidad perentoria de mantener controlada la retaguardia de una región tan vital como la de Oriente Próximo[6]. En primer lugar, estaba la presión del general De Gaulle a favor del ataque a las posesiones de Vichy en los territorios de Levante, una operación que el líder francés comprendía que no podían emprender en solitario las Fuerzas Francesas Libres dada la debilidad de sus efectivos[7]. Además, el fracaso de la operación de Dakar aconsejaba emprender operaciones de carácter lateral bajo la dirección de Gran Bretaña, aunque la desconfianza hacia sus aliados no abandonó nunca al general. Por otro lado, se encontraba el tradicional interés de Winston Churchill[8] hacia la zona del Mediterráneo y Oriente Próximo, demostrado desde sus años de Lord del Almirantazgo en 1915 cuando impulsó la operación de Gallípoli y, posteriormente, reiterado en 1943 con ocasión de la Conferencia de Teherán en que preconizaría el asalto al continente europeo por los Balcanes, zona a la que calificó como el vientre blando de Europa. A este interés del premier hay que añadir los informes del servicio secreto británico tendentes a insistir, si no a exagerar, el peligro de la presencia alemana en Siria. A este respecto, la cuestión de la autorización del gobierno de Petain para el uso de las bases aéreas francesas en Siria y Líbano por parte de Alemania se convirtió en el elemento central para decidir la posible intervención británica. No es extraño, por tanto, que tras los acuerdos adoptados después de la reunión de Berchtesgaden, celebrada en mayo de 1941 entre Hitler y el almirante François Darlan, jefe del gobierno petanista -plasmados semanas después en la concesión para el uso de los aeródromos situados en territorio sirio y libanés a favor de Alemania, teóricamente sólo para ayudar al régimen de Rachid Alí en Iraq- contribuyera a decidir a Churchill, si es que necesitaba algún estímulo en este aspecto, en favor de una rápida intervención en Siria.
En toda esta cuestión resulta fundamental establecer en lo posible las verdaderas dimensiones de la amenaza alemana en el Mediterráneo oriental y Oriente Próximo para entender el conjunto de razones que impulsaron a Churchill a ordenar la apertura de un nuevo frente en unos momentos delicados. Ciertamente, tras el ataque germano a Creta en una audaz e inesperada operación aerotransportada, parecía justificado el temor existente entre los británicos a un nuevo ataque alemán en la zona al que podían servir de apoyo la Francia de Vichy y sus bases aéreas de Levante. De acuerdo con el presunto interés de Alemania por Oriente y su tendencia a aprovechar las circunstancias favorables para su expansión con un mínimo de costos por el área, se puede entender el razonamiento que sitúa a Siria como un lugar esencial dentro de la política germana. En concreto, sus bases aéreas aparecían como una plataforma idónea para la llegada de los paracaidistas alemanes que, en una operación semejante a la de Creta, podrían establecer una cabeza de puente previa a una invasión que desestabilizaría todo el dispositivo británico en Oriente Medio[9]. Sin embargo, una vez que se comprobó que Alemania tenía otros objetivos, como puso de manifiesto el ataque a la Unión Soviética en junio de 1941, y teniendo en cuenta la debilidad tanto de los efectivos enviados al norte de África en ayuda de los italianos como de los destinados al apoyo de los nacionalistas iraquíes, donde la indecisión destaca como característica dominante de la política alemana, resulta difícil mantener la realidad del repetido peligro de penetración del Eje en el área. Al contrario, casi cabe hablar antes de una actuación de compromiso, a remolque ora de las circustancias ora de terceros, fueran éstos italianos o nacionalistas iraquíes. Sin embargo, y como hemos señalado anteriormente, no se puede negar la existencia de un activo nacionalismo árabe, de intenso carácter antibritánico, deseoso de sacudirse el yugo colonial; ni tampoco la inquietud que causaba a los británicos la presencia en la zona de la Francia de Vichy, muy inclinada hacia la órbita alemana. Tampoco puede pasarse por alto la enorme importancia estratégica de la región o la etapa militarmente expansiva jalonada de éxitos que atravesaba Alemania, para entender los temores de Churchill y la decisión adoptada, aunque no compartida de forma unánime, de invadir Siria en junio de 1941.
Para finalizar este rápido panorama, no se puede olvidar un elemento destacado por el propio Charles de Gaulle[10] y recogido por numerosos autores franceses como es la rivalidad colonial entre Francia y Gran Bretaña. Ciertamente, y a la luz de lo sucedido, es inevitable pensar que los británicos, en el contexto de su lucha contra el Eje, estaban aprovechando las circunstancias del conflicto para intentar sustituir la influencia francesa en el Próximo Oriente.
En la primavera de 1941, las fuerzas francesas situadas en Siria y Líbano a las órdenes del general Henri Dentz, un alsaciano nombrado por Petain Alto Comisario de los territorios de Levante, tenían órdenes terminantes del almirante Darlan, jefe del gobierno de Vichy, de actuar vigorosamente para mantener alejados a los británicos y permanecer atentos a cualquier maniobra que pudiera afectar a los intereses de Francia, incluidas las italo-germanas. Las relaciones entre Gran Bretaña y Vichy en esta época se podían calificar de prebélicas, pues a los numerosos incidentes navales[11], protagonizados por buques de ambos países, había que añadir los aéreos, especialmente importantes después del estallido del conflicto entre el gobierno iraquí de Rachid Alí y Gran Bretaña. Incluso existió una fracasada intervención de un comando de judíos de Palmah dirigidos por un oficial británico que pretendían volar la refinería de petróleo del puerto libanés de Trípoli en mayo de 1941[12]. Los acontecimientos de Iraq iban a afectar muy directamente a los franceses e incluso a determinar en parte los sucesos posteriores. En primer lugar, hay que destacar la presión de Alemania que, tras la citada entrevista de Berchtesgaden entre Hitler y Darlan, obtuvo de Francia una serie de concesiones militares entre las que se encuentran la autorización del uso de los aeródromos de Siria por la Luftwaffe, así como la entrega de material militar francés afectado por el armisticio de 1940 al gobierno iraquí de Rachid Alí. No obstante, todavía existían ciertas distancias entre Francia y Alemania pues, a pesar del bombardeo británico de los aeródromos de Palmira y Alepo, Darlan declinó el ofrecimiento germano de prestar su aviación para defender el territorio francés amenazado, una posibilidad que contaba con el apoyo del general Dentz. Esta negativa obedecía tanto al deseo de Vichy de no provocar a los británicos y de no contribuir a fortalecer las posiciones de los gaullistas, como a la voluntad de mantener distancias con Alemania y conservar el apoyo de los Estados Unidos, cuyos envíos de material y alimentos resultaban fundamentales para el gobierno del mariscal Petain.
Si a los ojos de los británicos no quedaban dudas sobre cual sería la reacción de Vichy en caso de la presencia de los paracaidistas alemanes en Siria, y por lo tanto de la necesidad de intervenir en la zona, a los franceses libres les parecía igualmente conveniente proceder a un ataque en Oriente Medio debido a la necesidad que tenían de contar con territorios que les permitiera dotarse de entidad política. Ésta sería una de las pocas ocasiones en que dos personalidades a menudo tan enfrentadas como Churchill y De Gaulle, iban a coincidir a pesar de la desconfianza mutua. La idea de atacar los intereses de Vichy en Levante aparece ya en septiembre de 1940 cuando Churchill y el general
Catroux comenzaron a estudiar la viabilidad de las operaciones[13]. Por el contrario, la firmeza del primer ministro encontraba un menor eco entre quienes tenían la responsabilidad de ejecutar el ataque. Así, el general Archibald Wavell se oponía a la apertura de un nuevo frente que contribuiría a dispersar unas fuerzas que en esos momentos tenían que hacer frente a numerosos compromisos, expresando sus reticencias a Churchill por el proyecto y por lo que consideraba una intromisión de De Gaulle en los asuntos del Próximo Oriente[14]. El general inglés se inclinaba antes por soluciones de tipo político para evitar la presencia de Alemania en Siria que por una intervención militar, para la cual tenía que retirar tropas de África o emplear exclusivamente franceses libres dados los compromisos que en mayo de 1941 tenían los británicos en Creta, Iraq y Egipto. Paradójicamente y, a pesar de su escaso aprecio por los efectivos gaullistas[15], las quejas de Wavell encontraban en De Gaullle mayor comprensión, pues éste en sus memorias expresa su admiración hacia el general británico, mostrándose comprensivo ante los muchos retos que tenía que afrontar[16]. La contestación de Churchill a los comunicados de Wavell no dejaron lugar a dudas, pues desoyendo sus quejas, le ordenó improvisar la mayor fuerza posible sin que resultase perjudicada la seguridad de las posiciones en el desierto libio. Sin duda, el empeoramiento de la situación de los británicos en Creta y la previsible evacuación de la isla, aligeraba las obligaciones militares de Wavell quien, después de un amago de división, siguió las instrucciones del primer ministro. A finales de mayo el general inglés remitió el plan de la denominada Operación Exportador, nombre clave de la invasión de Siria y Líbano, para la cual se emplearía un conjunto de fuerzas heterogéneas procedentes de distintos lugares, reunidas para la ocasión. Acto seguido Churchill, al tiempo que presionaba para que los refuerzos franceses no encontraran facilidades en territorio turco, ofreció a Turquía colaborar en el ataque a Siria, una propuesta que fue rechazada por el gobierno de Ankara[17].
El primer ministro inglés también se mostró preocupado por la posible reacción adversa de la opinión pública norteamericana ante lo que podía parecer un conflicto entre potencias coloniales, por lo que comunicó a Roosevelt la intención de proceder al ataque contra el territorio francés. El argumento esgrimido por el gobierno británico para justificar su intervención era la presencia de unidades alemanas en suelo francés, así como la pérdida de legitimidad de Vichy como mandatario en la zona al abandonar la Sociedad de Naciones[18]. En este contexto previo a las operaciones hay que incluir la presión ejercida por Gran Bretaña, que desde 1939[19] perseguía un acercamiento al nacionalismo árabe con la intención de evitar su despla-zamiento hacia Alemania, para arrancar a De Gaulle unos días antes de la invasión la promesa de conceder la independencia a Siria y Líbano nada más producirse su liberación. Esta maniobra, aparentemente descolonizadora, permitía a los ingleses efectuar a un mismo tiempo un acercamiento a los árabes así como desplazar a Francia del Próximo Oriente y sustituir su influencia por la de Gran Bretaña.
De acuerdo con lo establecido en el plan de operaciones elaborado por Wavell, el ataque se realizaría desde Palestina y Transjordania hacia el norte, siguiendo tres ejes de penetración[20]:
- El primero de ellos discurría paralelo a la costa en dirección a Beirut, vía Tiro y Sidón, y estaba a cargo de las fuerzas al mando del general John D. Lavarack, constituidas por la 7ª División australiana incrementada con dos batallones de la 6ª División de la misma nacionalidad, pero con una brigada menos estacionada en Tobruk.
- La segunda vía de ataque tenía como objetivo Damasco siguiendo la ruta del ferrocarril que partía desde Amman y estaba encomendada al general William L. Lloyd. Éste contaba con la 5ª Brigada india -procedente de Eritrea, donde había combatido contra los italianos-, reforzada con un batallón de fusileros reales y otros dos pertenecientes a la 1ª División de Caballería británica, así como con las Fuerzas Francesas Libres -formadas por tres batallones, una batería y una compañía de carros, así como unos cuantos aparatos- al mando del general Le Gentilhomme, quien a su vez dependía del general Catroux[21].
- Por último, existía una tercera ruta de ataque central que, partiendo del lago Tiberiades, se dirigía hacia el norte a través de un terreno montañoso en un movimiento doble dirigido a cubrir los flancos de las dos columnas laterales y a colaborar en el avance sobre Beirut y Damasco, respecti-vamente. Este eje de ataque, que se desarrollaba en el medio geográfico más adverso y en la zona que más resistencia iba a ofrecer al avance británico, era también competencia del general Lavarack , quien tenía que dividir sus fuerzas para atender a las dos vías de avance encomendadas. A estas fuerzas había que añadir unas escuetas unidades de voluntarios judíos de la Haganah, cuatro regimientos de Artillería australianos y uno británico, setenta aviones de la RAF, Hurricanes y Gladiator en su mayoría[22], y tan sólo nueve carros que distaban de ser los últimos modelos de Matilda o Crusader. La Royal Navy estaba presente con dos cruceros y diez destructores. El mando supremo de las fuerzas de tierra recayó en el general británico Henry Maitland Wilson. Para finalizar, hay que señalar que Wavell insistía en su plan en la necesidad de emplear medidas políticas pues en el fondo confiaba en que las tropas francesas presentasen poca resistencia e incluso, si llegaban a intervenir los alemanes, se confiaba en que se unieran a los invasores. En suma, el objetivo era evitar el combate en la medida de lo posible, emplear todos los medios de propaganda disponible, y confiar en que el despliegue de fuerzas inclinase a la población local y a la guarnición francesa a favor de los británicos.
Sin embargo, el general inglés erraba en sus cálculos, pues las tropas francesas destacadas en Siria y Líbano estaban determinadas a obedecer las órdenes recibidas y resistir cualquier ataque británico. Lo ocurrido en Mers el Kebir y Dakar, junto a los repetidos ataques sufridos por los barcos y aviones franceses ayudan a explicar el rechazo hacia británicos y gaullistas y la simpatía existente hacia Alemania entre los partidarios de Petain. Las fuerzas del gobierno de Vichy situadas en los territorios de Levante estaban al mando del general Henri Dentz, quien contaba con alrededor de treinta mil hombres repartidos en dieciocho batallones de fuerzas regulares francesas, Legión Extranjera, senegaleses, spahis argelinos y tropas locales. A estas unidades había que añadir ciento cincuenta vehículos blindados, de los cuales noventa eran carros de combate, en su mayor parte Renault 35, y una numerosa artillería que contribuyó en gran parte a retrasar el avance británico. Especialmente eficaz resultó la aviación de Vichy, compuesta por más de noventa aparatos entre los que destacaban los modernos Morane-Saulnier y los Dewoitine D-520, que disputaron con éxito a la RAF el dominio del aire durante las primeras semanas de la guerra. Conviene recordar que este conjunto nada desdeñable de fuerzas aguerridas y expertas debía desempeñar una labor defensiva, a la que colaboraba una geografía desfavorable para los movimientos, especialmente en el interior, así como unas vías de comunicación casi inexistentes y unos puntos fortificados que favorecían la resistencia. La eficacia de esta estrategia defensiva, que sin duda fue uno de los condicionantes de la campaña, demostró que las fuerzas de Vichy tenían unas cualidades indudables para este tipo de guerra, las cuales fueron reconocidas incluso por los británicos[23].
En la víspera del 8 de junio de 1941 en que se produjo el ataque, dos unidades de comandos compuestas por judíos y británicos intentaron tomar dos puentes que habían de facilitar el avance de los australianos de Lavarack. El primero de ellos, al mando de Yigall Allon, alcanzó su objetivo sin tropiezo alguno. Por el contrario, la otra unidad, dirigida por Moshe Dayan, fracasó en el intento perdiendo su jefe un ojo de resultas de las heridas recibidas[24]. Al día siguiente se produjo el triple ataque británico desde el sur acompañado de bombardeos de la RAF sobre los aeródromos sirios y libaneses. La respuesta de Dentz fue aprestarse a la defensa de sus posiciones y evacuar a los alemanes que estaban como consejeros en el territorio francés para evitar lo que podía considerarse una provocación. En los primeros días el avance de los australianos de la 7ª División fue relativamente rápido, ocupando Tiro y llegando a las orillas del río Littani sin excesiva dificultad. No obstante, una audaz acción de comandos ingleses al mando del mayor Geoffrey Keyes, quien más tarde moriría en un ataque contra el cuartel general de Rommel, que tenía como objetivo un puente que permitiera vadear el río, fracasó. Al mismo tiempo, cerca de la desembocadura del río Littani se libraban intensos combates aéreos y navales en los que los destructores ingleses Isis e Ilex fueron alcanzados por aviones de Vichy, mientras que los Swordfish británicos con base en Chipre hundían al destructor francés Le Chevalier. Poco después, las fuerzas del general Lavarack consiguieron vadear el Littani y alcanzar Sidón, aunque con más pérdidas de las previstas.
Más sencillo resultó el avance de las fuerza del general Lloyd hacia Damasco a través de las pistas del desierto, pues sus hindúes y franceses libres apenas encontraron dificultades hasta las cercanías de la capital siria, si se exceptúan las derivadas de las malas comunicaciones y de los ataques aéreos. Como se esperaba, el avance de la columna central a través de los Altos del Golán en dirección por un lado a Kuneitra y por otro a Merdjajoun, en territorio druso, fue más lento y dificultoso, pues a los problemas derivados de la orografía se añadió una feroz resistencia favorecida por el terreno. Paralelamente, el gobierno de Petain enviaba una nota de protesta a Londres por medio de su embajador en Madrid, quien contestó que se debía dejar paso libre a las tropas británicas con el objeto de garantizar su seguridad. Naturalmente, la propuesta fue rechazada[25].
Pasada la primera semana del conflicto, el general Dentz se percató de la debilidad de las fuerzas atacantes y decidió pasar a la ofensiva en los sectores central y costero en los que, casualmente, no había tropas gaullistas. Así, el 13 de junio los franceses lanzaron un contraataque en el que emplearon la mayor parte de sus carros de combate contra los australianos, en las cercanías de Sidón, para aliviar la situación de la ciudad. A pesar de los medios empleados y la energía del ataque, la maniobra fracasó resultando destruidas la mayor parte de las fuerzas de Vichy debido al fuego de la artillería, lo que permitió que los australianos del general Stevens ocuparan Sidón el día 15. Al mismo tiempo, las fuerzas francesas situadas en Merdjajoun resistían los ataques australianos, mientras que en el sector de Kuneitra un contraataque de la Legión Extranjera aniquiló un batallón británico, aunque no se pudo evitar que unos días más tarde la ciudad fuera ocupada por los británicos, quedando de esta forma abierto el camino hacia Damasco.
A mediados del mes de julio, por lo tanto, el frente se había estabilizado en la línea Sidón-Merdjajoun-Damasco, quedando detenido el avance británico. Wavell comprendía que si se quería terminar rápidamente la campaña era necesario emplear nuevas tropas que desequilibraran la situación, pero también era consciente de la difícil situación por la que atravesaba dado que, el mismo día 15 de junio no sólo se conoció la firma de un pacto de amistad entre Alemania y Turquía[26], sino que también llegó la noticia de la derrota de las fuerzas británicas en el paso de Halfaya a manos del Afrika Korps, lo que suponía el fracaso de la operación emprendida por los británicos para levantar el cerco de Tobruk. Sin embargo, y probablemente debido a la presión de Churchill, Wavell decidió mandar refuerzos al teatro de operaciones sirio-libanés, al tiempo que procedió a renovar el mando de las tropas. En concreto, envió dos brigadas pertene-cientes a la 6ª División británica y encomendó la dirección de las operaciones al general Lavarack, relevando al general Wilson quien, situado en Jerusalén lejos de las operaciones y con obligaciones políticas y administrativas, no era capaz de apreciar la situación. Pero la decisión fundamental y la que a la postre decidió en gran parte el resultado de la campaña fue la creación de la Habforce y su empleo en la apertura de un nuevo frente en el este de Siria o, lo que es lo mismo, en la retaguardia del dispositivo francés. Para ello, Wavell reunió en Iraq una columna formada, a partir de la 1ª División de Caballería que había participado en la toma de Bagdad, por los regimientos de Caballería de Wiltshire y Warwickshire, el regimiento de Essex y la Legión Árabe del mayor John Bagot Glubb, futuro Glubb Pachá cuando al finalizar el conflicto pasó al servicio de la monarquía hachemita, así como dos baterías de artillería y nueve vehículos blindados ligeros de la RAF. Estas fuerzas, conocidas con el nombre de Habforce, quedaron listas para intervenir en Siria.
Mientras tanto, el ataque británico se había reanudado en el sector central, donde se decidió intentar esquivar por el sur el saliente Merdjajoun, que resultaba imposible de tomar debido a la resistencia francesa, para dirigirse hacia Djezzin. En este lugar se libraron intensos combates que permitieron a los australianos ocupar la ciudad. La respuesta francesa vino por el aire ya que la aviación de Vichy, que todavía disputaba con éxito el dominio del aire a la RAF, llevó a cabo un severo bombardeo de la ciudad que causó importantes pérdidas a los atacantes. Poco después, Lavarack, nuevo comandante en jefe, decidió romper el equilibrio en el que amenazaba estancarse la campaña ordenando al general Lloyd lanzar un ataque contra Mezze, un lugar clave para la conquista de Damasco. En este lugar, las fuerzas de Vichy resistían con éxito desde casi el comienzo de las hostilidades, al igual que Fort Goybet, una posición guarnecida por la Legión Extranjera que garantizaba la apertura de la carretera que unía Beirut con la capital siria. Tanto a franceses como a británicos no se les escapaba la importancia de esta vía de comunicación, pues por ella tendrían que venir los refuerzos que el general Dentz se apresuraba a enviar en socorro de Damasco. La audaz iniciativa de una compañía australiana y otra de franceses libres, que logró cortar con una barricada tanto la carretera como la vía férrea y resistir el contraataque de Vichy, precipitó los acontecimientos. Primero cayó Fort Goybet y poco después, tras unos duros combates que se saldaron con el aniquilamiento de dos batallones hindúes, Mezze se rindió a los británicos. De esta forma, imposibilitado de recibir ayuda desde Beirut, Damasco quedaba aislado por lo que, el 21 de junio, entraba en la capital siria el batallón australiano del teniente coronel Blackburn. Una vez más la respuesta de los franceses fue encomendada a la aviación. Aprovechando su moderno material y que aún disputaba a la RAF el dominio del aire, los aparatos de Vichy bombardearon Damasco el 22 de junio, una acción que apenas causó daños ni prácticamente tuvo trascendencia, pues coincidió con el ataque alemán a la Unión Soviética.
Aunque la caída de la capital siria suponía un indudable éxito británico y el logro de uno de los objetivos previstos en la campaña, todavía las fuerzas de Vichy permanecían firmemente asentadas en la mayor parte del territorio. Para Wavell y el propio Churchill era evidente la necesidad de desequilibrar la situación, por lo que el mismo 21 de junio se ordenó que la Habforce, partiendo de sus bases en Iraq, atacara a los franceses en una doble dirección. Por un lado, debía avanzar siguiendo la línea del oleoducto que, vía Palmira y Homs, finalizaba en Trípoli; mientras que, por otro lado, tendría que remontar el curso del río Éufrates hacia el norte, en dirección a Alepo y la frontera turca. En esta última línea el avance se desarrolló sin excesivos problemas, excepto los derivados de las malas comunicaciones y de las dificultades logísticas. No ocurrió lo mismo en el sur, pues si hasta Palmira la Habforce apenas había tenido dificultades, en la que fue ciudad helenístico-romana y capital de un efímero reino en el siglo III dC., dos compañías de la Legión Extranjera que guarnecía su fuerte consiguieron frenar durante doce día a los británicos. Esta firme resistencia que, sin duda, disminuyó el efecto provocado por el ataque de la Habforce y permitió que la resistencia del general Dentz se prolongase, obligó unos días más tarde a llevar a cabo una maniobra de flanqueo encomendada a la Legión Árabe[27]. En efecto, con el fin de superar el estancamiento de la columna y asegurar sus vías de comunicación con Iraq, las tropas de Bagot Glubb se dirigieron contra Saba Beyar y Sukhane, dos lugares situados en pleno desierto al norte y sur de Palmira respectivamente, ocupándolos sin problemas.
Mientras se desarrollaban estos acontecimientos en el nuevo teatro de operaciones, los combates más intensos se producían en el centro del Líbano, en el sector de Merdjajoun, donde la eficacia de la táctica defensiva de las fuerzas de Vichy, siendo notable en toda la campaña, alcanzó sus máximos niveles. Aquí, el ataque lanzado el mismo día 21 de junio por la 7ª División australiana se encontró con la ya tradicional firmeza de las fuerzas francesas, bien atrincheradas en lugares estratégicos como Fort Khiam, junto a Merdjajoun. Probablemente los combates más violentos de la campaña se desarrollaron en esta zona durante la última semana de junio, cuando al fracasar el ataque australiano, los franceses respondieron con un enérgico contraataque que puso en peligro todo el dispositivo británico, llegando a amenazar el norte de Palestina. En este caso, la firmeza de la 7ª División junto con la progresiva hegemonía de la RAF permitieron a los británicos, no sin sufrir importantes pérdidas, detener a los de Vichy y continuar la presión sobre Merdjajoun. Por fin, el 29 de junio, tras un fuerte bombardeo, los australianos logran tomar la ciudad con un ataque frontal. Tras la corrección del frente, nuevamente estabilizado por Dentz, el próximo objetivo de los atacantes era obviamente Mazraat-ech-Chouf, antesala de Beirut.
A pesar de que las fuerzas de Vichy retrocedían ordenadamente causando grandes pérdidas a los británicos y consiguiendo mantener sus líneas, la realidad se imponía. Al contrario que Wavell, quien a pesar de todas sus carencias y sus numerosos compromisos pudo enviar refuerzos y renovar sus fuerzas, Dentz contemplaba cómo transcurrían las semanas y no llegaban fuerzas de refresco. Ni el gobierno de Vichy, ni los alemanes, antes recelosos a intervenir y ahora ocupados con sus nuevos compromisos en Rusia, parecían interesarse por el Levante francés, dejando abandonadas a unas tropas que hasta estos momentos estaban resistiendo con éxito el ataque británico. Si en las primeras semanas del conflicto las fuerzas de Vichy eran comparables, si no superiores, en cantidad y calidad a las atacantes, el desgaste sufrido por los duros combates y la llegada de nuevas unidades británicas colocaron al ejército francés en una situación de creciente inferioridad cuya primera manifestación fue la pérdida del dominio aéreo. Este panorama era evidente a medida que pasaba el tiempo, el cual transcurría a favor de los británicos, a pesar de las dificultades crecientes con que se encontraban en el norte de África ante el avance italo-germano. Precisamente, el fracaso de la operación encaminada a frenar el avance del Afrika Korps y socorrer Tobruk fue el causante de que el general Archibald Wavell, quien -parafraseando a Churchill, con el que frecuentemente disentía- tantas obligaciones y retos tuvo y a los que tan hábilmente supo hacer frente, no pudiera ver el fin de la campaña sirio-libanesa al ser destituido por el premier inglés. En su lugar fue nombado el general Auchinleck, el 1 de julio, quien tampoco tuvo mucho éxito en la misión de detener al Afrika Korps. Nada afectó el nuevo nombramiento a los sucesos de Oriente Próximo, pues sin novedad alguna continuó el ataque británico contra unas fuerzas que ya acusaban el desgaste de los combates de las anteriores semanas.
Tras una corta pausa, los enfrentamientos se reanudaron inmedia-tamente en todos los frentes, pues los británicos tenían necesidad de acabar cuanto antes con una campaña que no sólo se alargaba más allá de lo previsto, sino que la presión alemana en el norte de África exigía todas las fuerzas disponibles. Así, el 3 de julio, la Habforce logró tomar Palmira con lo que quedaba expedito el camino hacia el norte del Líbano, y el 8 de julio la 7ª División australiana volvía a atacar en la costa, en dirección a Damur. Paralelamente, el mismo día se inició en el sector central el ataque contra Mazraat. A nadie se le escapaba que era la embestida final contra las fuerzas de Vichy. En los primeros momentos parecía que se iba a repetir lo sucedido anteriormente dada la eficaz resistencia francesa, pero en tan sólo dos días el frente francés se hundió. El 10 de julio, mientras Habforce avanzaba sin apenas encontrar resistencia en dirección a Homs, Damur y Mazraat, cayeron en manos australianas, quedando Beirut a su alcance sin obstáculo alguno.
Dos días después sucedió aquello por lo que Wavell suspiraba antes de iniciar las operaciones: el general Dentz, después de haber internado en Turquía sus barcos y parte de los aviones que no pudieron ser enviados a Argelia y haber mantenido cinco semanas de duros combates, se rendía al general Lavarack. El día 14 de julio se formalizó la rendición con la firma de los Acuerdos de San Juan de Acre por parte del General Wilson y del general Veirdilhac, representando a los británicos y Vichy, respectivamente. Quedó al margen de los acuerdos el general George Catroux, representante de la Francia Libre en Oriente Medio, lo cual revelaba la escasa atención que merecían los gaullistas a Churchill y su intención de que Gran Bretaña sustituyera a Francia en los territorios de Levante como potencia mandataria, aprovechando la promesa de independencia realizada por los gaullistas sirios y libaneses en el momento de su liberación. La inevitable tensión que generó este gesto se tradujo en una firme actitud por parte de De Gaulle, quien no sin esfuerzos, logró el reconocimiento de heredero y depositario de los derechos de Francia en la zona, lo cual suponía un importante triunfo político.
La campaña sirio-libanesa se incluye dentro del marco general de la política británica de Oriente Medio en 1941, destinada esencialmente a mantener el control de una zona considerada vital debido a sus recursos petrolíferos, a su condición de etapa en el camino hacia la India, así como al intento de penetrar en un área de dominio francés. No obstante, es también la expresión de la importancia concedida por Churchill al imperio y de su firme voluntad de mantener el área bajo control, pues las operaciones se emprendieron en unos momentos especialmente difíciles para Inglaterra, con tropas heterogéneas procedentes de otros frentes y contra toda prudencia militar, arrostrando la oposición de parte del Estado Mayor. Asimismo, la ocupación de Siria y Líbano, junto con la de Iraq, puede entenderse como la respuesta de Gran Bretaña a la caída de los Balcanes, al tiempo que como una maniobra encaminada a restablecer el prestigio de Inglaterra entre los árabes, bastante maltrecho tras las derrotas sufridas. Ciertamente, con el ataque contra las posesiones de la Francia de Vichy, los británicos consiguieron asegurar todo el Próximo Oriente, pudiendo a partir de ahora concentrar prácticamente todos sus efectivos en el norte de África. Esta iniciativa se revelará fundamental cuando en 1942 la amenza japonesa en Asia plantee nuevas exigencias a Gran Bretaña, a las que pudo hacer frente con la seguridad de mantener controlado todo el área comprendida entre el Mediterráneo y la India. En concreto, una de las primeras repercusiones del ataque japonés fue la llamada a las tropas hindúes, australianas y neozelandesas para defender sus respectivos países, lo cual suponía para Londres trasladar unas fuerzas que hasta ese momento habían resultado vitales.
En lo que a Alemania respecta, su pasividad contrasta con la aludida firmeza británica. Esta actitud sin duda respondía tanto a su escaso interés por la región, sobre todo si las dificultades que se presentaban a su penetración eran grandes, como a las distancias mantenidas por Vichy ante los ofrecimientos germanos. Probablemente, el carácter colonial que emanaba del conflicto no se le escapó a Berlín, percatándose de que ante los árabes, con quienes Alemania mantenía excelentes relaciones, lo más aconsejable era no aparecer como aliado de una potencia colonial. Por otra parte, el carácter de guerra civil del conflicto y cierto deseo de mantener distancias con Vichy, desataron en Berlín una prudencia poco habitual. En suma, después de lo sucedido en Iraq y, sobre todo, ante la inmediata invasión de la URSS, Siria y Líbano no entraban en los planes alemanes de expansión.
En lo que a Vichy se refiere, lo sucedido representó un duro golpe, pues no sólo vio cómo se perdía una porción más de su imperio, sino que también veía cómo su posición internacional se debilitaba, a la par que se afirmaba la representada por la Francia Libre del general De Gaulle. A este respecto, hay que referirse a la campaña sirio-libanesa como un conflicto extendido que, como sucede en otros que se desarrollan en el seno de la 2ª Guerra Mundial, encubre otros enfrentamientos. En efecto, no sólo se trata como hemos visto de la rivalidad colonial anglo-francesa, es también una manifestación de la guerra civil larvada entre franceses, incluso desde antes del conflicto mundial, entre partidarios de posturas tan antagónicas como las defendidas por Vichy y De Gaulle; es decir, entre soluciones de carácter autoritario o de carácter democrático[28]. Por tanto, el Próximo Oriente, al igual que lo fue Dakar, iba a ser otro escenario de este conflicto entre franceses desarrollado dentro del contexto de la guerra mundial, en el que combatieron directamente y con ardor, gaullistas contra partidarios de Vichy.
Por último, no se puede concluir sin aludir a los sirios y los libaneses, en cuyo territorio se desarrollaron los hechos. En este caso, al contrario de lo sucedido en Iraq, la mayor parte de la población y de los grupos políticos árabes permanecieron al margen del conflicto, sin duda convencidos de que era un conflicto colonial que no afectaba a sus intereses. Hay que recordar que no sólo gozaban de una importante autonomía, sino también que la realidad de su independencia era un hecho a corto plazo.
Para finalizar, sólo queda referirse a la propia campaña. Lo primero que se desprende de su estudio es lo encarnizado de la misma, siendo muy diferente de las operaciones desarrolladas en Iraq, donde el enemigo no era una potencia europea sino un gobierno árabe y un ejército incomparablemente más débil y anticuado que el francés. En primer lugar, hay que señalar la importancia de la aviación de Vichy y el relativamente alto número de carros y blindados con que contaba el general Dentz, por no aludir a la gran eficacia de su artillería, así como a la profesionalidad de las fuerzas de tierra, entrenadas, motivadas y bien dirigidas por oficiales expertos. Ante este panorama y teniendo en cuenta las características de las fuerzas británicas, heterogéneas y con un material en muchos aspectos inferior al francés, no es de extrañar que la campaña resultase más larga y costosa de lo previsto. Resulta difícil valorar si la distracción del norte de África de las unidades británicas empleadas en Siria y Líbano, pudo contribuir a facilitar la victoria de Rommel, pero es indudable que, teniendo en cuenta las circunstancias en que se encontraba Wavell, las pérdidas experimentadas y la dispersión de sus fuerzas no colaboraron a favorecer la estrategia británica.
Por último, queda señalar el carácter colonial de muchas de las unidades empleadas en las operaciones por ambos bandos. Así, los franceses disponían de senegaleses, argelinos y de una unidad tan escasamente metropolitana como la Legión Extranjera, siendo una minoría las fuerzas regulares. Algo semejante sucedía en el bando británico, donde los ingleses tenían comparativamente poca importancia en un contexto dominado por australianos, hindúes, franceses libres y judíos.
En suma, en julio de 1941, una vez finalizadas las operaciones en Siria y Líbano, concluye el efímero protagonismo estratégico de Oriente Medio, al tiempo que se cierra la primera fase de la guerra, comenzando una nueva y generalizada etapa del conflicto más intensa, ahora ya a punto de convertirse verdaderamente en mundial.
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